Hagamos todo lo posible por sacar lo más idóneo de nosotros mismos. Las fechas acompañan, siempre deben ser propicias. Nos hemos de arbitrar una serie de estructuras y de planteamientos para sacar partido a etapas del año que nos ofertan los mejores sentimientos, las más óptimas vocaciones. Las etapas de la vida nos llevan por conductos variopintos que nos encauzan hacia momentos y movimientos de todo género. Debemos mirar con ansia de sorpresa, con restauradas convenciones que hemos de disponer en libertad. Digamos el sí con un asentimiento preñado de ocasiones, de oportunidades, de pensamientos en libertad, base de la felicidad. La sencillez funciona, más de lo que nos decimos en soledad.
Llega la Navidad, la dulce etapa que nos presenta dosis de ideas en positivo. Hemos de estar, de ser, de tener, de consumir, de otorgar, pero con la moderación debida para no desgastar las esencias que, como el “vino madre”, han de alimentar todas las etapas de la vida, que se suceden con avatares y movimientos de diverso tipo.
Experimentemos el amor en la comunicación, y procuremos que viaje sin demora, sin cortapisas, sin obstáculos, o bien intentemos que el fermento sea el más deseable del que seamos capaces. Hemos de acudir a las llamadas de quienes nos alcanzan con voluntades de facturas creíbles. Las actitudes han de presentarse con afanes de generar alegría.
La Navidad nos recrea con instantes de inocencia, siempre buena para poder ser dichosos, para inmiscuirnos con realidades mejorables desde todo punto de vista. Debemos animarnos. El contento es una óptima contribución para que fructifiquen las actividades de nuestra existencia.
El don de relacionarnos hay que explotarlo. Previamente lo hemos de explorar para reconocer debilidades y fortalezas, con el fin de apuntalar las unas y las otras. Aprovechemos los momentos de clarividencia, que tampoco son tantos, para aglutinar las actuaciones que gestan una buena política vital. Para ser felices hay que creer que podemos serlo, incluso que debemos serlo.
No agotemos recursos, y tratemos de sacar provecho a cuanto ocurre, siempre en una disposición generosa. No nos gastemos. Persigamos el futuro con el entusiasmo del positivismo, del posibilismo, de la gracia abstracta que nos complació de niños, cuando pequeños, cuando empezábamos a aprender. Estemos atentos. No hay demasiadas jugadas, y lo interesante es que las sepamos ver y disfrutar.
Estas fechas navideñas, como otras del año, pueden ser la palanca de impulso ante las circunstancias que nos llegan (unas buenas, y otras no tanto). Ojalá seamos capaces de verlo así y ahora, y en adelante también. No paremos en la búsqueda de ese horizonte. Aguarda el milagro de estos instantes, que, por ser eternos, será un milagro, o debería serlo, en nuestro comportamiento durante toda nuestra historia. Subrayemos que somos capaces, y hagámoslo. La Naturaleza de lo humano, si queremos, nos puede facilitar paciencia y empuje en este sentido. Estamos, hoy, estos días, estas semanas, todo el año, por la mejor comunicación, lo cual incluye buenas intenciones, las mejores también.
Juan TOMÁS FRUTOS.
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