La eternidad está ahí, a la vuelta de la esquina, en cualquier rincón, en el resquicio de cada actividad. El afán de cualquier camino u opción ha de ser el dar con las llaves que nos abran las puertas de los sueños para que, de algún modo, se hagan realidad. Hagamos unas meditaciones que, al mismo tiempo, cerraremos en primera persona, y por ello nos decimos así:
“Te pienso con otras claves, con los mejores propósitos y deseos, con la voluntad de una llegada a punto hasta el cielo de los intereses no materiales ni formalmente escritos. Prefiero quererte con lo poco o lo mucho que tienes, con las fórmulas no escritas. Eres ese gozo con el que crezco en la vida que es todo y algo más. Nos sumamos. Hemos sido con la adicción de pretensiones que fraguan en forma de comunicación, con la divisa del cambio y del pacto.
Medito en las series de intenciones con las que hemos de crecer. No embarguemos las soluciones ahora que todo es empezar, o algo así. Preñemos las iniciativas de más anhelos, de recetas no mágicas que permitan surtir sus brillantes efectos en el presente que puede ser futuro. Estamos listos para ser en la magia que nos recorre con fermentos en positivo. Ahí estamos para lo que sea menester.
Olvidemos los instantes más fatigosos para recorrer un espacio que ha de ser soporte para el bienestar futuro, sustentado en el presente. Guiñemos el ojo del amor para dar con más solvencia con las aperturas a años de júbilo permanente. No hemos indicado lo que queríamos hacer, pero la intuición ya conoce algo de lo que se ha de llevar a término. Juramos en su día cariño eterno: es normal, pues genera más amor.
Agotamos en adelante los puestos que habíamos reservado para emplearlos en los momentos de cierto trasiego. Nos medimos con razones que serán los argumentos de creencias divinas, ahora convertidas en sensaciones mágicas, pendientes de ser elucubradas. Pagamos por adelantado las intenciones, que no objetivos, para aplicar remedios que tienen que ver con la negociación sin resultados “a priori”.
Divagamos en algunas etapas, pero no en ésta. Ahora debemos apretar el acelerador para acercarnos a las conclusiones de un universo en permanente reciclaje. Empezaremos de nuevo, pronto, pero con las experiencias conocidas de siempre. Hemos estado en ese orden que nos da consecuencias. Debemos tratar de sentirnos orgullosos hasta de lo que es pequeño y fútil.
Los sueños nos transportan a realidades compuestas de imágenes que se han dado solo a medias, o que quizá nunca han existido. Mezclamos en ellos los bordes de estructuras y de coyunturas y tropezamos en cuestiones que quedan sin la suficiente textura. Puede que con la narración le demos una cierta envergadura. Todo está en los dos lados, y en los dos es, y ahí continúa. Es lo que tiene lo virtual: no siempre damos con todas las claves. Puede que tengamos que buscarlas para comprender lo que comunican, y lo que no, esos sueños que todos tenemos”.
Imagino que queda todo un mundo de eternidades sencillas por descubrir. Con decoro lo iremos haciendo.
Juan TOMÁS FRUTOS.
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