miércoles, 30 de marzo de 2011

La Primera Víctima

Se habla, hoy en día, de sistematizar las víctimas que se producen y también de catalogar aquellas otras que se desarrollan como consecuencia de la labor más o menos meditada de los medios de comunicación de masas. Ésa es una tarea pendiente, difícil de realizar, y con seguridad sin unos límites convenientemente marcados, habida cuenta de que irán surgiendo, si nos ponemos manos a la obra, más denominaciones y conceptualizaciones de las que pensamos.

La vida es lo que nosotros hacemos de ella, en función de lo que determinen las circunstancias que tengamos en cada momento. A menudo hay etapas cruciales, pocas, que caracterizan a las demás, esto es, a la mayoría de los días, meses y años que experimentamos. Ortega y Gasset decía que somos nosotros y nuestras circunstancias, aludiendo a lo mismo que estamos diciendo aquí. Por eso, porque hay un yo en la reflexión del afamado filósofo, es precisamente en este punto donde debemos y queremos hallar “la primera posibilidad de víctima”.

El que nos sintamos más o menos culpables, el que seamos más o menos felices, el que tengamos más o menos moral, el que seamos más o menos bondadosos y fieles a nuestras convicciones, el que toleremos, el que busquemos la belleza, el que disfrutemos con lo poco, el que tengamos mesura y comprensión hacia los otros, el que nos conformemos con lo que poseemos con la suficiente gratitud… el que seamos dichosos con lo que somos, en definitiva, influye en nuestra forma de vivir y de ser, en nuestras actitudes.

La primera víctima en nuestras vivencias somos nosotros, si no somos capaces de ver con ojos plenos de hermosura, de comprensión, de compasión y en busca de alicientes sin más compromisos que esforzarnos para que las cosas vayan a mejor hasta donde sea posible. El intentarlo es ya un éxito. Lo que ocurre es que no siempre ponemos ese empeño.

Por eso, la recomendación es amarnos primero a nosotros mismos, como diría Agustín, y a partir de ahí brotará el amor hacia la Naturaleza y hacia toda la Creación. Ya se sabe que es más fácil perdonar, creer, comprender, sentir, ver en positivo, etc., si amamos a los protagonistas de las acciones que tenemos que catalogar siempre teniendo como origen la estima interna y a nuestro propio ego como punto de fermento.

Nosotros

En este mundo de prisas, de competencias, de aceleraciones, donde el corto plazo es el rey, la primera víctima de lo que hacemos, de lo que omitimos, de aquello que es perjudicial, incluso de los triunfos, somos nosotros, pues pagamos un alto coste en perspectiva, en ánimo, y en visión de presente y de futuro. Por desgracia, a menudo el tiempo se pierde en cosas nimias, y, por ende, no siempre vemos lo importante. Además, consentimos recurrentemente en aplicar períodos de estudio a cuestiones que no nos sirven para avanzar, si acaso para gestar más enfrentamientos y frustraciones.
Ante los fracasos reales o ficticios que nos rodean, lo primero que debemos defender es el equilibrio mental propio y de nuestro entorno, para que seamos capaces de enderezar el rumbo de aquellos eventos que no salen como queremos, o como pensamos que deberían suceder, amén de la serie de acontecimientos accidentales que se producen sin que les tengamos que dar más significación que el interiorizar que la vida es así, y, pese a todo, nos debemos insistir que hay que seguir. No podemos caer ni dejar caer, a las primeras de cambio, a nuestras almas, pues, si así sucede, detrás irán nuestros cuerpos.

La primera fortaleza, consecuentemente, ha de ser interna. Hagamos acopio de energías para capear los períodos de crisis (inevitables, por otro lado), y para saborear el día a día con sus pequeñas y grandes opciones, que las hay. Saquemos provecho a lo cotidiano y evitemos ser víctimas innecesarias de nuestro propio afán o de la carencia de carácter. Por lo tanto, cuidemos las formas y los elementos internos, pues esa víctima interior que podemos llevar dentro es la más peligrosa, fundamentalmente por difícil de detectar. Vayamos adelante.

Juan TOMÁS FRUTOS.

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