lunes, 28 de marzo de 2011

Por un uso responsable de Internet

Las etapas de la evolución humana se sustentan sobre hitos determinados, como son el descubrimiento del fuego, de la rueda, el uso de herramientas, la utilización del hierro y, luego, de otros metales, la llegada de una agricultura sistemática, la implantación de una industria más o menos precaria hasta los estadios actuales… Cada cierto lapsus de tiempo ha ocurrido, y sigue sucediendo, un cambio fundamental, una transformación extraordinaria que nos lleva al género humano a realizar un paso de gigante. A veces más que eso.

En todos esos acontecimientos extraordinarios se daban toda una serie de pautas, de momentos, de trasiegos, de mejoras o de cambios que nos conducían con una velocidad más o menos sosegada a una era nueva de más brillo en lo que eran los logros intelectuales y manuales del ser humano en el planeta tierra. Ahora todo eso ha cambiado con Internet.

Ese fenómeno de entrelazado de redes, que ya no es tan nuevo, pues se remonta a finales de la década de los 60, nos viene aupando, sobre todo en las últimos diez años, a una atalaya desde donde divisamos un ritmo frenético de crecimiento y de transformaciones en los órdenes más diversos. Es genial. Nada es comparable desde una óptica cualitativa y cuantitativa a lo que ha acontecido en nuestro devenir, a pesar de los hitos que hemos destacado.

Como todo invento, como todo avance, hay un antes y un después. Las rutinas de trabajo, de ocio y de estudio, las familiares, las modas, las visiones del universo y de la existencia… todo tiene una perspectiva distinta desde que apareció Internet, desde que se metió en nuestras vidas, desde que forma parte del propio entorno, en lo físico, en lo mental, en lo real, en lo virtual, en lo que hacemos, en lo que pensamos, etc. En este sentido, no hay parangón, como hemos resaltado, con otros momentos históricos.

El cambio ha sido radical, total, consiguiendo que el concepto de globalidad tenga sentido. Nada escapa a la red, que nos permite viajar por todas partes en tiempos paralelos. Accedemos a tanta información que nuestros ancestros pensarían que estamos soñando si fuéramos capaces de hacerles palpar lo que ahora experimentamos. Nos dirían que es imposible.

Y, sin embargo, es posible. Como todo invento, como todo desarrollo de una nueva panorámica cultural, Internet tiene sus lados buenos y aquellos otros que no lo son tanto. Depende del partido que le saquemos a todo ello, de los beneficios o perjuicios que seamos capaces de afrontar y optimizar.

Ángeles y demonios se disputan el uso o el abuso o mal uso de este gran instrumento de labor en todos los órdenes que es la Red de Redes. Por eso es preciso que la normativa jurídica, que los usos sociales, que las demandas de todas las Organizaciones y Administraciones sean en la dirección de democratizar Internet en un sentido de amplio y cohesionado conocimiento de cuanto ocurre y se manifiesta en ella. Si estamos pendientes de que se optimicen los recursos, de que se generen los universales griegos más íntimos y solidarios, si corregimos los desniveles o perjuicios, fomentando unos usos responsables y equilibrados, seguro que haremos de este fenómeno algo mejor, al tiempo que el futuro también lo será, lo cual quiere decir que todos seremos más felices. Éste debería ser el fin primordial de Internet. Acaso lo sea. Hagámoslo.

Juan TOMÁS FRUTOS.

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