sábado, 21 de diciembre de 2013

Complicidad

Uno espera que la existencia sea un trabajo en equipo. Lo aguardamos incluso cuando vivimos aspectos sustancialmente particulares o individualistas. No hay nada más loable que el quehacer que se consigue con la suma de esfuerzos, que la tarea que lleva consigo el entender al otro, esto es, el sumar desde la afición y el complemento alternativo de pareceres y hechos.

La actuación en grupo nos da vehemencia, nos anima a tirar hacia delante con bríos y brillo, aportando ventajas y dejando postergados los inconvenientes que se pudieran suceder. Hemos de provocar la faena en comandita por cuanto implica mejores frutos. Los resultados del acontecer diario nos conducen a puertos más cuantiosos y cualitativos cuando se trata de un impulso colectivo que nos otorga el viajar más lejos.


Implicarnos en lo que nos merece la pena, en lo que nos introduce como modelo o sistema en una dinámica de trayectoria provechosa ha de ser una máxima con la que nos convenzamos de que el porvenir se proyecta desde el aprovisionamiento en comandita. Debemos buscar aliados en toda opción de vida, incluso cuando ésta viene de manera sencilla o cuando nos sentimos suficientes en su resolución. No es una cuestión de energías sino de empatías.


Estar solo no es bueno. El Quijote se volvió loco por no relacionarse con nadie, excepto consigo mismo. No han vendido que fue por la lectura, pero realmente fue por una falta de socialización efectiva. Necesitamos vivir en sociedad, compartir experiencias, deambular entre éxitos y fracasos propios y ajenos, experimentarnos parte de un destino desde un presente que cumpla las expectativas. Para que éstas sean palpables nos hemos de poner de acuerdo. Nada crucial (siempre hay excepciones, claro) se ha conseguido en soledad. Lo global tiene, asimismo, más permanencia en el tiempo. El contexto es un sólido cimiento.

Entiendo que parte de la crisis, toda ella quizás, se deba a miradas sin la suficiente complicidad, por no decir que a menudo son excesivamente antagónicas. Las debería haber (esas ópticas solidarias) en educación, en sanidad, en cultura, en los usos, en la economía…, y no para homogeneizar, sino para dar con parámetros que nos embarcaran en esa nave de la confianza sin la cual no podemos presentarnos en un buen puerto. Las tempestades son inevitables, pero la actitud ante ellas la ponemos nosotros.

Perspectiva societaria

No mirar con perspectiva de compañerismo es una equivocación que se paga caro. Antes o después llega la incapacidad o la imposibilidad de abocarnos a soluciones que precisamos y que no podemos postergar. Entonces nos damos cuenta del error de no consensuar, de no pactar. La cesión es un concepto muy comunicativo que nos define como seres humanos. La prepotencia, la hegemonía, con seguridad supone soledad. Buscar entre iguales es conseguir esa paridad que anhelaba y defendía Ortega y Gasset.

El mundo se ha vuelto complejo por no mirar a la cara, por no interpretar en el vecino sus ademanes y fines, por no compatibilizar peculiaridades en un estadio de penitencias y de distancias que hemos de solventar como una oportunidad imperiosa. No olvidemos tampoco el buen sabor, el placer, que nos regala la ocasión de ayudar y de ser ayudados, fundamentalmente cuando se trata de coyunturas inesperadas o no solicitadas.
La naturalidad y la espontaneidad en positivo son instrumentos poderosos para una sociedad que precisa reciclaje, concordia y óptimos objetivos. La suma de las partes, y no aludimos a pura matemática, siempre supone un resultado mayor, además de las dosis de dicha y de justicia que brindan imponderables que, precisamente por eso, ostentan una más alta significación y valor.

Juan TOMÁS FRUTOS.

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