viernes, 6 de junio de 2014

Cambios

La vida es un eterno tránsito, una mudanza hacia un espacio infinito donde saboreamos dosis que procuramos, al menos en ocasiones, que sean de felicidad. El afán en esta dirección ha de darse. Los cambios son, además de necesarios, inevitables: se hallan ahí. Los debemos afrontar no sólo con la deportividad que ha de caracterizar la existencia, sino con la premisa de aprender de ellos. Lo que no nos derrota definitivamente, recordemos, nos hace más fuertes. Algo así nos subrayaba Nietzsche.

            Actualmente, todo está mudando la piel, y lo hace doblemente, tanto en su aspecto externo como fundamentalmente en el interno. Las transiciones llevan su ritmo. En algunas ocasiones van lentas, y en otras se aceleran con lo que ello impone de adaptación en cuanto al tono del acontecer diario.

            Heráclito nos recordaba mirando el agua discurrir por el río que nada permanece. No estamos en el mismo sitio dos veces, aunque lo parezca, pues las circunstancias, aunque sólo se encuentren determinadas por los años, por el tiempo, y no por otros trueques, no son las mismas. Por ello hemos de ser sabios para aprovechar las oportunidades de las transformaciones sociales e individuales y fermentar en positividad.

            Convendría, por ende, interpretar las ocasiones vitales en cualquier etapa de nuestras vidas como opciones que suman. Las rutas de las intrahistorias nos brindan ingentes fortunas en forma de aprendizajes, de creencias en el porvenir. La fe mueve montañas, incluso en el sesgo literal. La credibilidad y la confianza son aspectos cruciales. Sin la una y sin la otra no vamos a parte alguna.  Por eso las crisis, que suponen puesta en cuestión de lo vigente, nos regalan las intervenciones necesarias para que las estructuras caigan, para que todo se defina de otra guisa.

            La transformación es un tesoro. No hay riqueza mayor que la docencia que nos viene de levantarnos tras caídas diversas. El corazón, como la mente, ha de estar abierto. No debe tener prejuicios, ni debemos vivir en un limbo inmutable. Las derivaciones de los orígenes fortalecen las raíces y dan un ramaje más denso, verde y prometedor.

            La clarividencia respecto del presente y en relación al porvenir tiene que ver con la visualización de los dones que nos rodean y respaldan, aquellos que nos pueden permitir avances y que nos inculcan los valores cruciales para la subsistencia en comandita, en comunidad.

Emoción y razón

            Los deseos se cumplen desde el territorio de la emoción, teniendo en cuenta las opiniones espirituales, pero en paralelo acercándonos a los criterios racionales desde las medidas equilibradas que nos pueden ayudar a conocer y a saber en paz, en consideración y complacencia, desde la belleza más singular. Podemos dar y fomentar la dicha cimentándonos en la concordia, en los acuerdos. De hecho, la mayoría no intuimos mejores veredas.

            Los hechos se construyen en una existencia en permanente riesgo, siempre que éste no se declare en la radicalidad permanente. Los trasiegos son intrínsecos al deambular humano. El objetivo ha de ser la búsqueda de espacios comunes, que, aunque cambien, lo cual es deseable, sean reconocidos por todos. Parece evidente. Lo importante es que lo sea, resaltémoslo, para todos.


Juan TOMÁS FRUTOS. 

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