El deseo
nos hace intuir
el futuro,
pero nos hemos de llamar
por nuestro nombre.
De lo contrario, habrá
equívocos, ralentizaciones,
fugas, silencios
no rentables, rotos,
o sencillamente por carencia
un buen día,
cuando sea,
no estaremos.
Nadie nos escuchará entonces,
y nadie verá
las lágrimas que dijimos guardar
para esa jornada
planteada, prevista,
en la huida permanente.
El deseo precisa un empuje:
puede que hoy sea
el lugar, el momento,
para la cita.
Puede, si así lo deseamos.
Juan TOMÁS FRUTOS.
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