Vivir es demostrarnos con constancia que hay porqués que
explican nuestras estancias, nuestros movimientos, los derroteros que tomamos,
desde la aceptación de normas de convivencia, de respeto, de entrega a los
demás y a nosotros mismos, que hemos de mimar con entereza y sin falsas
aceptaciones. La mirada no esquiva y presta al equilibrio embriagador nos debe
guiar.
Las cautelas han de presidir buena parte de nuestros actos,
y también el riesgo, que ha de protagonizar en paralelo ciertos momentos y
estadios, que deben aportar la paz de hallarnos donde debemos. No nos quedemos
quietos ni con la impresión de que no hemos intentado alguna cuestión
determinante.
No tengamos miedo a la nada. Es el peor sentimiento.
Conquistemos los aires que nos pueden cobijar con metas realizables que hemos
de mancomunar a lo largo y ancho de las estimaciones en lo colectivo, que es la
esperanza del universo. La soledad llevada hasta la congregación contribuye a
fases repletas de gozo y de óptimos frutos.
Veamos las creaciones con el corazón tranquilo, no
fatigado, con perspectiva, sin atosigarnos más de la cuenta. No vivimos ni de
éxitos ni de fracasos: sencillamente estamos donde nos ubicamos, y continuamos
con el punto que cohabita con la coma y con los destellos de otras puntuaciones
que igualmente fraguan la lingüística existencial.
La historia de cada cual son promesas cumplidas, que hemos
de ir desarrollando poco a poco, sin pausa. Por eso lo relevante es
realizarlas. Las diversiones han de contribuir a entender los motivos de los
fracasos incluso. No discurramos en pareceres de otros. Pongamos nuestras
propias improntas.
Las ópticas se han de terciar limpias, con agudeza, con la
agilidad de la gacela cuando disfruta de un paseo, pero no hagamos como ella, y
no permitamos que nos coma el león. Seamos como el guepardo, que ha de viajar a
la velocidad de la luz si es preciso. El talento se ha de poner en práctica en
toda ocasión. No hay tantas destrezas ni tampoco probabilidades excesivas.
Aprendamos de la experiencia y tengamos memoria, siendo
selectivos. Despejemos incógnitas y destruyamos los pésimos propósitos, que, en
todo caso, han de quedar relegados y sin posibilidades de afectarnos. Compremos
y paguemos por todo en el mejor de los análisis y fines. Los entretenimientos
nos han de afectar con entusiasmo. Seamos gratos.
Probemos con los leales amigos, que siempre están ahí. Los
debemos palpar y darles calor para reportarles lo que significan. El afán
monetarista, cubiertos los mínimos esenciales, no ha de ser lo primordial.
Intentemos ser felices desde la cordura loca del conocimiento, de la cultura,
del arte, de lo abstracto, pero sin las obsesiones por lo que está y por lo que
no. Lo sustancial aparece cuando toca.
Demos los buenos días a cada amanecer y reconozcamos que es
una maravilla poder deleitarnos con una taza de té o de café. Derrumbemos los
nefastos mitos y encumbremos las referencias solidarias que nos fortalecen en
los contextos agridulces que nos rodean. Ver supone colocar el listón y el
cristal de una forma determinada. Los puntos, sobre todo los cruciales, los
ponemos nosotros. Demos autoridad a lo que afrontamos con la fuerza y el honor
de nuestros ancestros, a quienes les debemos, como a nosotros mismos,
constituir un mundo mejor. ¿Hacemos lo suficiente para que así sea?
Juan TOMÁS FRUTOS.
1 comentario:
Yo lo único que quiero es decirle adios a la noche. Besos.
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