sábado, 28 de mayo de 2016

El ser humano como medida

Nos declaramos fervientes seguidores de la amistad que canta en la buena mañana y que nos inserta en la memoria de la felicidad. No nos iremos de ahí. Hemos venido para quedarnos con calma. Tenemos derecho al equilibrio.

Intentemos pasar página para que ésta ostente la misión con la que nos hemos presentado: salgamos adelante sin dar más cabida ni a problemas ni al devenir cotidiano. La vida se compone de fases, de entregas, de posturas, de eventos más o menos solventes, y, en todo ello, ante ello, nos hemos de crecer. No nos amilanemos.

Caminemos, por ende, con soltura, procurando que el camino recto sea el trayecto que nos convenza de lo que ha de surgir.

Acudamos a las llamadas que nos pueden proyectar salidas hacia esa cuestión que consideramos mágica. Avancemos con recuerdos de bondadosa antesala.

La valentía nos regala oportunidades y nos repone ante las caídas o posibles golpes de un destino que nos debe plantear entusiasmos como premisas para progresar. El abono aquí, como en todo, es fundamental. No experimentemos en hipotecas permanentes. Para alcanzar la jovialidad no precisamos tanto como nos cuentan las sociedades del consumo.

No hay mayor tesoro que el amor y el conocimiento juntos. Cuando los reunimos, cuando los mantenemos, cuando los conservamos, se produce el “milagro” de mejorar en ese entorno que se gesta más dichoso por el diseño que hemos hecho de él. ¡Tengamos coraje!

La estrategia es que superemos la apatía, el hastío y la rutina, y que nos pongamos a la faena diaria desde ese punto de partida que es lo humano como medida en el marco de la Naturaleza de las cosas. ¡En marcha!

Juan TOMÁS FRUTOS.

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