Ginés Aniorte nos ofrece su último poemario, “Nosotros” (*)
El recuerdo de la infancia a través de las alas del verso y del deseo
Ginés Aniorte habla de nosotros. Bueno, habla de él, de todos los seres que se encierran en ese uno que es él, pero ello equivale a conversar quedamente un poco de todos nosotros, como bien reza el título de su último poemario. Lo hace, el referirse a cada cual, a todos, en su más flamante libro, que es como el primero, pura esencia humana. Lo he dicho y lo reitero: pocos como Ginés descubren las ideas y las intenciones que llevamos dentro. Además, refleja las actuaciones humanas con hermosura, con delicadeza, con el amor que porta en su interior, que mana a borbotones.
En esta ocasión se mueve con temor y con emoción por las situaciones en las que vivió cuando niño, cuando crecía al mundo, y éste le enseñaba lo que podía ofrecerle, con sus agridulces respuestas. Es éste un brindis excepcional.
Ginés recuerda todo, y lo hace como si lo hubiera vivido ayer, seguramente porque su memoria se ha arropado de los sentimientos que determinadas circunstancias le generaron. Se acuerda de las fiestas, de cómo pasaba el tiempo en su niñez, de los fantasmas que, entonces como ahora, se agolpaban por doquier, de las nanas tan queridas, de los pájaros, del vuelo de las aves, de momentos duros y otros no tantos que configuraron un panorama de tristeza y de alegría. Se asoma también al campo, a las lecciones de la vida, a los animales que tanto le enseñaron, a las personas que se fueron, conocidas o no…
Su tarro de cristal sigue ofreciendo el elixir de una bondad que se nota en su propia naturaleza, en su mirada, en lo que nos regala cada día. Es fácil que nos atraiga como esos imanes que tanto nos entusiasmaban de pequeños. Es un maestro: nos habla de sus primeras lecciones, que tanto y tan bien le sirvieron.
Trae a su mente el sabor de las tormentas, con sus recelos, con sus cambios, con sus mensajes. Todo en él es asombro, pues es así como aprende. Tiene nuestro poeta un deseo de vivir en paz, de hallar el sosiego, de transmitir tranquilidad, asumiendo que el mundo es como es, y sabiendo, como sabe, que seguirá siendo un contexto lleno de contradicciones, así como de elementos de plenitud.
Suponemos que echa de menos a los que se han ido, pero reconocemos en él, en Ginés, que es “nosotros”, la huella de lo que aquellos fueron, de lo que supusieron, de sus palabras, de sus ejemplos. Hay una carga de simbolismo tras el cual se esconde su anhelo de transportarnos a modelos propios, a coyunturas de cada cual. El encuentro con la Cigarra o ese Otro sobre el que reflexiona pone los pelos de punta.
Seguro que brindaremos con Ginés en esta nueva cita con sus letras, con sus sentimientos, de los cuales aprenderemos tenuemente, como indagando con lentitud en el corazón, en el nuestro, pues, cuando hablamos de infancia, de afanes, de elucubraciones, todos somos inmensamente niños y extraordinariamente iguales. Gracias, compañero, por recordarnos lo que fuimos, lo que somos.
Juan TOMÁS FRUTOS.
(*) “Nosotros”, de Ginés Aniorte, está editado por Renacimiento, en 2009.
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