miércoles, 14 de julio de 2010

La generosidad de la vida

A modo de salutación

La vida es como un tren en marcha con orígenes y destinos inciertos. Dentro de los brillos con sombras que nos rodean están las intermitencias del amor, que nos procura de todo, que nos regala tantos momentos de deseo como de incertidumbre. Los fines del amor no están claros. Probablemente no existan así planteados. Lo que sí debemos convenir es en que los cariños aparecen con objetivos laterales o principales que nos borran algunas etapas de soledad y nos incardinan en las certezas de las esperanzas, que a menudo son vagas.
La lucha pacífica en pos de la felicidad tiene sus estelas fugaces, que, pese a ello, perseguimos con empeño y tozudez. La tarea perenne ha de ser intentar que los instantes de dicha sean mayores, de más calidad y en cantidad más grande. No miremos las esferas de los diversos relojes que nos empañan algunas etapas que nos engatusan con sus movimientos sinceros de riesgo y de equilibrios. Hagamos caso al corazón, aunque se equivoque. Sus aciertos, aunque limitados, justifican muchas penas, algunos pesares que pinchan y cortan desde perfiles indelebles.
Brindamos a continuación las sensaciones de estas poesías, de estas entregas de palabras con sabores agridulces, con unas confianzas simpáticas y queridas que han de conocer los fracasos para entender la verdad de los éxitos. Los papeles están en juego: algunos ya están jugados, pero quedan otros en estado virginal, y otros más, la gran mayoría, que los podemos reiniciar. La vida, en el plano amoroso, como en otros ámbitos, es más generosa de lo que pensamos.

Juan TOMÁS FRUTOS.

No hay comentarios: