viernes, 18 de marzo de 2011

Ruido y dudas en los procesos comunicativos

Hay quien define la vida del ser humano como una permanente búsqueda de la verdad, o, cuando menos, de una aproximación a ésta. Ya se sabe que hay varias interpretaciones de la misma verdad, pero lo importante es que se sustente lo más sólidamente posible. En Periodismo sabemos que la veracidad se defiende consultando varias fuentes, ponderando derechos, siendo honestos, manifestando la bondad por encima de todas las cosas. Así ha sido, y así sigue siendo.

Lo que ocurre es que, hoy en día, estamos en una etapa de mucho ruido, diría que demasiado. Hacemos un uso excesivo de la controversia, que, a menudo, superpone las opiniones sobre los hechos, sobre las informaciones en estado más o menos puro. El término que se ha acuñado recientemente de “info-toxicación” es aleccionador de lo que está sucediendo. Todo es opinable por todo el mundo, lo cual, en sí, es algo positivo, pero habría que ponderar capas de credibilidad y de entendimiento y contextualizar bien (mejor en algunas ocasiones) lo que se dice, cómo se dice, por quiénes y con qué razones, o, de lo contrario, todo parece formar parte del mismo paisaje sin que sea sencillo discernir lo que es importante de lo que no lo es.

Lo malo es que el efecto que hemos conseguido con la confusión de soportes, con la mezcla de géneros periodísticos, con la ubicación, como decía, en el mismo plano de toda información y opinión, es que estamos trasladando al ciudadano la idea de que se sabe de cualquier evento, o parece que sabemos de todo, fomentando, en paralelo, la duda en torno a lo que acontece y/o lo que contamos (que no siempre es lo mismo), una vacilación que se convierte en la gran protagonista de nuestras vidas.

Nos viene a la cabeza, a propósito de esto, aquel viejo aserto que decía “que nada es verdad ni es mentira, que todo depende del cristal con que se mira…” Pero lo cierto es que, como bien se señala, todos los cristales no son idénticos, ni tienen la misma intención, ni persiguen objetivos verdaderamente universales y colectivos.

La preocupación sobre ello es tan seria que ya hay equipos de expertos interdisciplinares que están laborando en las Universidades sobre un asunto tan crucial como es la credibilidad de los sistemas políticos-sociales-mediáticos, y, por ende, de sus valedores máximos, los medios de comunicación. Es posible que, en esto, como en otras coyunturas y estructuras, las Tecnologías de la Información nos puedan ayudar.

En todo caso, quedan estas reflexiones, si les parece, como objeto de debate donde hemos de convenir una apuesta común por los medios periodísticos, por sus profesionales y por la sociedad misma, a la cual servimos, pues puede ser preocupante -y, de hecho, lo es- que la duda total y global se halle, en más oportunidades de lo que sería deseable, en el vértice de las verdades que contamos.

Juan TOMÁS FRUTOS.

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