Eres mi maestra sin retórica,
la que me enseña con ejemplos
de vida y de amor,
con afectos sin condiciones,
poniendo el punto en su sitio.
Haces realidad ese papel
que juntos escribimos
y que tiene la fuerza del compromiso
del corazón, al que no podemos fallar.
Eres profesora, amiga, confesora,
psicóloga, amante, señal y divisa
de lo que merece la pena,
emoción y creencia en el presente
y en el futuro común.
Te has convertido en ese momento
imprescindible desde un espacio único
para afrontar lo cotidiano.
Me encanta el didactismo
con el que vamos hacia delante.
Juan T.
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