Nos gritamos desde la libertad de conocer lo que nos merece la pena. Hemos de desayunar juntos cada vez que podamos, dando crédito al destino en el que nos reconocemos como parte de la solución, y nunca del problema.
Nos situaremos donde la voluntad no hará mella. Nos hemos de desgranar los hechos que pueden y que son con intenciones loables.
La lealtad que hemos fomentado nos irá dictando los objetivos de una etapa con la que creceremos juntos. Todo será en la medida de las ocasiones en las que confiamos.
No apaguemos la llama del buen anhelo, ése que nos incluye en el catálogo de la era más señera. No vivamos en la confusión. El caos nunca es bueno.
Optimicemos los recursos y los hábitos, que han encadenar costumbres sensacionales con las que marchar hacia la autonomía máxima.
Juan T.
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