Hoy, sin duda, prefiero quedarme con
los modelos más optimistas de entrega. Hemos de buscar, como prioridad, a los
demás de manera empática: ése es el consejo, y hasta de la guisa más simpática
hemos de actuar, que podemos. Hemos de detener el tiempo presuroso para dar con
la esencia de las coyunturas que nos envuelven un día sí y otro también. Debemos
señalar el camino de la cordura que pasa por conocer lo que se lleva a cabo, y
para ello nos hemos de poner, verdaderamente, en el lugar de los que nos
acompañan por esta aventura maravillosa que se llama existencia humana. Lo es si
la interpretamos desde el prisma de la fortuna que es existir.
Los ojos nos dicen mucho, quizá
todo. Es difícil que puedan mentir. Cuando hay deseo, de todo tipo, cuando hay
pesar, de toda índole, cuando hay alegría, de raíces profundas, cuando hay un
afán por conocer, etc., todo ello, por supuesto, se nota a través de la propia
mirada, que contempla, sí, pero que también da a entender nuestros afanes,
nuestras fuentes, nuestras interioridades, lo que meditamos, lo que precisamos,
lo que perseguimos. Asimismo es importante saber y chequear, y actuar en
consecuencia, respecto de la mirada de los que nos rodean.
Los ojos nos brindan el poso de
nuestra alma, que se muestra capaz de superar todo acontecimiento y de
enganchar con el prójimo en un acto de futuro prometedor. En la mirada hay
calor humano, sentimientos, sensaciones, gratitud, capacidad de diálogo y de
negociación, de salir adelante. Igualmente nos procura entendimiento, y por eso
no debemos renunciar a ella, por muchas prisas que tengamos o que nos dispongan
las circunstancias.
Identificarnos
Mirar al otro es casi una
obligación. Hemos de identificar quiénes somos en relación a los demás, pero no
por estar pendientes de sus elucubraciones, sino para ser obra y resultado de
los mismos quehaceres, de toda una suerte de empeños que nos pueden hacer
derivar a anhelos claves. Reconozcamos lo que somos, lo que nos gustaría ser,
mediante el análisis de lo que divisamos y de lo que otros vislumbran. Lo
deseable es que procuremos vernos bien a través de medidas oportunas y que nos
esforcemos por los demás con merecimientos y arraigos.
De lo que se trata, pues, es de
otear, y no sólo de mirar. Para ello hemos de adentrarnos en las ilusiones, en
los bagajes, en las pretensiones, en lo objetivo y en lo subjetivo de lo que ciñe
el envoltorio verbal y no verbal con el que intentamos transmitir una suerte de
conocimientos. Lo importante no es únicamente que lleguen, sino que los sepamos
experimentar. Para ello, repetimos, la mirada, siempre la mirada, es nuestro
referente. Con los ojos abiertos que nos decía el poeta Luis Rosales podemos
acercar muchas distancias y conocer más allá de multitud de fronteras. La
esperanza es realizable, y más con el brillo de los ojos que tiene en cuenta
las circunstancias ajenas y hasta las personales.
Juan TOMÁS FRUTOS.
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