Se nubla la vista
ante la perspectiva del dolor,
que es el primero, uno, eterno,
último también,
seguido de preferencias no elegidas,
de dominios perdidos,
de infancias con querencias distantes,
de un amor que triunfa pese a todo.
La mirada se apaga
con millones de lágrimas cristalinas
que nos adelantan la verdad
en un tiempo sincero.
Es el amor, el tuyo,
representativo del de todos,
en estado cautivo, pero libre
a fin de cuentas, con un sí
que nos consuela y contiene
ante la ruptura
con todo lo anterior.
Me encandila tu cara hermosa,
tu belleza firme
ante el descalabro,
la emoción que me transmites.
Te he amado
desde que tengo uso de razón,
porque ésta se debe a ti,
a tus consejos,
a lo que me planteas
con recreaciones extraordinarias
de un cariño genuino,
que nos hace solidarios.
Bendices con tus ojos
nuestras vidas desde la tristeza
y la alegría del deambular diario,
que es por ti experiencia divina.
Aprendo de tu debilidad,
y también de tu fuerza,
que hoy, por siempre,
nos une más y más.
Juan Tomás Frutos.
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