Digamos que te quiero,
y no pongo nombres.
Pensemos en situaciones ficticias,
que pueden ser reales.
Meditemos a favor de espacios
que se hallan cerca,
aunque no lo sepamos con certeza.
Procuremos la felicidad,
que no es un imposible.
Sepamos que un sentimiento
y una caricia de amor
nos consuelan y nos fortalecen,
y hagamos que se desarrollen
en lo cotidiano, que es factible.
Pongamos la guinda
al pastel de la existencia,
y busquemos las flores
para regalar en una eterna primavera,
que podemos comenzar ya mismo.
Ahora sí: pongamos nombres.
Sabes que eres tú.
Juan T.
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