Podría decir
que te amé
de mil maneras diferentes,
como a tus historias,
que hice mías.
Padecí contigo,
y viajé contigo,
y contigo fui el más devoto
de lo humano,
que me hiciste experimentar
como nadie, de manera sencilla.
Me aficioné a ti,
a tu tono, a tus formas,
a esas miradas limpias
que me contaban algunos porqués
y que me llenaban de interrogantes.
Aprendí mucho,
y gané y perdí,
y empaticé, y sentí,
y viví.
Fuiste, eres, un ejemplo
de existencia, de dinamismo, de avisos,
de superación del lenguaje
de derrotas en una generación hallada
por gentes como tú.
Los grises y los negros
enturbian ahora mis recuerdos,
que también son vida,
y trato de avanzar
con naturalidad, desde el hechizo
que me enseñaste,
mientras pienso en tus ojos
y en lo que nos contaron.
Has sido un maestro:
lo sé por tu inteligencia,
por ese don para plasmarla,
y porque siempre te recordaré
como una buena persona.
Gracias, Gabo.
Juan T.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario