Me reconozco en esta mañana
porque estás ahí
y me siembras de regocijo
en el trasiego existencial,
que supero contigo,
gracias a tu virtud suprema.
Me envuelvo
con los besos más queridos
de una eternidad buscada,
que no cuantificamos,
que pronosticamos con pensamientos
floridos e incrustados en la solución
a muchos conceptos descollantes.
Me alegro de tu deseo,
que conformo en mi corazón
con esa elevada dicha
que me transporta con alegría
a los instantes formidables de una soledad
que no es tal, de la que aprendo
y que me reforma con palabras de amor,
que compartimos con luz
mientras soñamos
con una realidad desbordante
que es nuestra.
Te doy las gracias por tanta belleza.
Juan T.
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