Luz y lluvia. Así amanece un nuevo día, que representa esas dos realidades que son la esencia de la vida misma. Eso es lo que somos, si queremos ser de verdad: luz y agua, brillo y lluvia, humedad y conocimiento.
El fulgor de la nueva jornada traslada empeño para que nada quede en el tintero. Todo es posible. Tampoco conviene agobiarse queriendo hacer todo.
Busquemos las pistas donde funcionen las iniciativas con reglas que han de consolidarse y no ser de oro sino funcionales, verosímiles, creíbles.
No nos opongamos a nosotros, y procuremos el avance desde lo posible, desde lo mesurable y razonable, sin romper lo que es provechoso, intentando asumir que hay opciones en todas partes desde la generosidad del amor.
No juzguemos con prisas. La luz ha de servir para ver y ser vistos. También es aconsejable, porque es una prueba de valentía, que dejemos aquello que no nos aporta nada de valor. Dedicar unos minutos, puede que horas, a esta actitud es regalarnos un futuro en paz.
Comencemos con calma y dicha. En el puro inicio es una decisión personal. Mantener esa compostura (cada vez estoy más convencido de que es así) depende de nosotros. ¡Buenos días!
Juan Tomás Frutos.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario