Nos debemos mover en pos de generar amistad y buenos
instantes, esto es, los mejores deseos realizados con eventos en los que seamos
sin temor. Experimentemos la singladura más desbordante de cariño. Con ella
vamos, iremos, a cualquier parte. Es cuestión de probar sin poner fronteras.
Procuremos bromear y ser al mismo tiempo con los aires de
una juventud que nos debe llenar de positivismo y con intereses compartidos.
Los ejemplos cotidianos son numerosos, pero, para advertirlos, hemos de
contemplar los sitios más hermosos.
Hagamos caso a las oportunidades, que hemos de aprovechar
considerando las opciones, que nos deben brindar escuchas. Vayamos hacia
delante. Los fines básicos son sencillos de comprender. La existencia nos
aporta mucho, sin somos capaces de no confundirnos con lo extraño.
Fomentemos la felicidad en y desde los pequeños instantes,
que, unidos, harán que podamos viajar al mismo nivel y con criterios
semejantes. Superemos los fríos y busquemos el calor de la estima, que nos
encumbra con jovialidades superlativas a la voluntad de un cielo maravilloso.
No paremos el quehacer diario, que nos debe permitir ansias
y libertades. Tengamos la desbordante paz para dar con la dicha auténtica. No
enredemos. Los fundamentos no requieren barroquismos. Los árboles constituyen
el bosque. Por lo tanto, el resultado está en la suma. El proceso es
automático, aunque a veces persigamos procedimientos añadidos que nos derivan
hacia donde no nos ilusionamos.
Hablemos en serio, no con gravedad. Hemos de encantarnos
con los acontecimientos en los que seamos protagonistas o personajes
secundarios. Lo relevante es estar: el milagro es poder abrir los ojos con
salud.
La verdad alberga numerosas caras para preservar sus
objetivos en el medio o largo plazo: debemos pensar para estar a tono.
Vislumbremos. Las motivaciones han de ser descubiertas. Edifiquemos sin
fragilidades inútiles.
Referencia
El placer no ha de ser la referencia, aunque puede ayudar a
entender muchas cosas. Hemos de salir para otear. Comprometamos lo que
precisamos para recordar y estar en ese punto de equilibrio que nos hace
mágicos. Lo especial tiene que ver con lo dulce, que suele surgir de lo más
simple.
Corramos lo suficiente, mas sin vivir en la prisa. No nos
indispongamos con lo ficticio, con lo no acontecido. Avancemos en lo posible.
Agotemos para reparar, para proseguir. Los colores albergan, en su variedad y
dispersión, el propio deleite de divisarlos. No mecanicemos su análisis.
Ofrezcamos el mejor trato, y, al tiempo, intentemos
alejarnos de quienes experimentan disgustos de manera permanente. No aportan
valor, ni estabilidad, ni un porvenir correcto. A menudo permanecemos junto a
ellos por un querer mal concebido. El amor es amor, y no se cimenta ni en el dolor,
ni en el resentimiento, ni mucho menos en el pavor o la discordia. Movamos
ficha, que seguro que el siguiente estadio del juego es mucho mejor.
Juan TOMÁS FRUTOS.
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