Alimentemos la vida
con
cariño, con vocación
de
ayuda a los demás.
Trabajemos,
aprendamos,
exploremos
con puntos de vista buenos.
No
permitamos que se agote el agua,
fuente
de vida.
Sepamos
lo que nos conviene,
y
vayamos por esa hoja de ruta
que
alimenta.
Hablemos
desde el corazón.
Actualicemos
lo que nos sirve.
Hemos
de traducir
aquellos
sentimientos que no entendamos.
Nos
curaremos con criterio,
con
empeño y con gracia.
No
truquemos las historias
en
las que nos inmiscuimos.
Seamos
transparentes,
honestos
y seguros
en
nuestras relaciones cotidianas.
No
hace falta la perfección,
pero
sí la lealtad.
Manejemos
nuestras actividades esenciales.
Hagamos
transformaciones tranquilas.
No
nos basemos
en
cuestiones nimias y tempestuosas.
Recojamos
la simiente más noble.
Hay
un abanico de posibilidades
que
nos pueden llevar
tan
lejos como queramos.
No
traicionemos nuestras convicciones.
Debemos
vivir con nuestros espíritus
desde
el entusiasmo y el sosiego.
Las
mechas de los fuegos
quedarán
lejos,
sin
el aval de un crecimiento estúpido
que
nos haría perder
el
ritmo en el sentido adecuado.
No
dilapidemos la dignidad.
Seamos
responsables con el amor
que
indiscutiblemente debe ser libre,
pero
sin hacer daño.
Experimentemos
en comunicación
para
percibir lo que surte un fructífero efecto.
Seamos
independientes
en
hilo y entre deseos con los otros,
los
formidables y benignos,
los
cimientos de un auge
que,
por colectivo, nos enaltecerá
y
nos generará dicha.
Ése
es el itinerario del emprendimiento.
Cada
día.
Por
favor.
Juan Tomás Frutos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario