Antonio Campillo era muy guapo, sí, por dentro y por fuera, y muy real, por dentro y por fuera, y muy buena gente, por dentro y por fuera, y un moderno, por dentro y por fuera, y un gran artista, por dentro y por fuera, y alguien singular en todas vertientes de alguien que, ante todo, fue un gran ser humano. Tuvo, en todo momento, talento y talante, y lo demostró a muchas personas y entidades, entre ellas a la Asociación de la Prensa de Murcia, a la que regaló varias de sus obras y, lo que es más importante, a la que dio su consideración y todo su cariño.
En sus silencios (me encantan las personas que miden sus silencios) halló paz y equilibrio para configurar la realidad desde una óptica ya universal. Nadie como él vio la tauromaquia. Nadie como él vio al ser humano, y, especialmente, a la generadora de la vida, a la mujer. Su quehacer artístico nos mostró la intuición, la riqueza humana, la visión, la jovialidad, la ternura, la intelectualidad de un ámbito femenino tan profundo como querido.
Ir a la Asociación de la Prensa es respirar el amor que sintieron por ella personas como Antonio Campillo, a quien hemos podido disfrutar en multitud de ocasiones. Ahora nos deleitaremos de otra forma, con ese aire que siempre supo imprimir a sus obras, algunas con nosotros/as. Aprendimos mucho de él. En adelante procuraremos seguir aprendiendo de la atmósfera que nos legó. Con sus fascinantes esculturas y diseños, con sus silencios y miradas, con su bagaje y con los resultados de su extraordinario conocimiento del ser humano, nos confirmó, sin ningún género de duda, que es, que siempre será, un gran comunicador, un maestro también para nosotros, los periodistas.
Juan TOMÁS FRUTOS.
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