Uno descubre,
con el paso de los años, que no hay nada más importante en la vida que la
salud, y, a poca distancia de ésta, se encuentra el amor. Sí, la querencia en
sentido amplio, con matices, con singularidades, en función de cada persona, de
cada momento, siempre teniendo en cuenta lo que podemos ofrecer
cualitativamente y cuantitativamente.
Una forma de
amor casi perfecta es la amistad sin tapujos, sin dobleces, sin segundas
intenciones, sin poner marcos de referencia, sin condicionar al otro. Efectivamente,
al igual que la amistad no conoce fronteras, tampoco las pone, salvo las
lógicas de la lealtad, el decoro y el respeto con un ápice de admiración, si
bien esto último sobra señalarlo, pues considero que, si el sentimiento es puro
y sincero, se acompaña de los mencionados conceptos.
Porque son tan
importantes, pues, los amigos, decidimos valorar a muy pocos como tales, o a
muchos, según los casos, pero, en todo caso, sabemos diferenciar entre éstos y
los conocidos, entre los cuales estarían muchas personas que tendrían el
subtítulo de gentes con las que convivimos por razones de trabajo, de estudio,
de vecindad, etc.
No es fácil
hacer amigos, quizá porque nunca lo ha sido, pero ahora tenemos especialmente el
valor añadido de las prisas, de las inseguridades de los modelos de relación
que estamos gestando (también acelerados), de las crisis de valores que nos
golpean insistentemente, de la falta de vocación que hay en las grandes
concentraciones humanas por las incomodidades que éstas aglomeraciones generan…
Esos conceptos
de prisas los tenemos que superar tan pronto como podamos, sobre todo para
irnos a lo importante, que son las relaciones humanas. Antes o después
necesitamos de los demás, de su ayuda, de su comprensión, de su empatía, de su
tiempo, de su connivencia, de su serena comunión espiritual o profesional o
social, como fuere. No es bueno que estemos solos ni que nos sintamos solos.
Hace tiempo que lo sabemos.
Algunos andan
de un lugar a otro en pos de conseguir a quien puede ser amigo o casi eso, y
hay quienes laboran por el bienestar del otro sin pedir nada a cambio, y es ahí
donde más tarde o más temprano se halla al prójimo, aunque no nos corresponda.
Alguien lo hará. Las actitudes positivas e ilusionantes provocan más
entusiasmo, aunque no siempre la cosecha se obtenga en la misma tierra que
hemos cultivado.
Ciertamente
hay equívocos: el errar es humano. Lo experimentamos desde bien pequeños. Hay
sinsabores que nos brinda la vida en algunas relaciones sin que nos generen
ningún beneficio. Es verdad. Pero no es menos verdad que hay personas
maravillosas que compensan muy mucho esos ásperos momentos de los que hablo.
Con lo más hermoso hemos de quedarnos siempre, porque la amistad bien entendida
es belleza, jovialidad, risas, óptimos instantes, acompañamientos en los
dolores, cura en las etapas más complejas, y siempre multiplicadora de la
sensación de serenidad y de felicidad.
Dice el refrán
que quien tiene un amigo tiene un tesoro. Sabemos que es así, porque cuando no
los tenemos, cuando nos fallan, cuando los perdemos, sentimos un vacío enorme
que es muy complicado de llenar. Nuestro deber, nuestra obligación-voluntaria
no es otra que hacer todo lo posible para que no nos falte la amistad. Lo que
ella supone se advertirá en nuestra mirada.
Juan TOMÁS FRUTOS.
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