martes, 22 de mayo de 2012

Amigos


Uno descubre, con el paso de los años, que no hay nada más importante en la vida que la salud, y, a poca distancia de ésta, se encuentra el amor. Sí, la querencia en sentido amplio, con matices, con singularidades, en función de cada persona, de cada momento, siempre teniendo en cuenta lo que podemos ofrecer cualitativamente y cuantitativamente.

Una forma de amor casi perfecta es la amistad sin tapujos, sin dobleces, sin segundas intenciones, sin poner marcos de referencia, sin condicionar al otro. Efectivamente, al igual que la amistad no conoce fronteras, tampoco las pone, salvo las lógicas de la lealtad, el decoro y el respeto con un ápice de admiración, si bien esto último sobra señalarlo, pues considero que, si el sentimiento es puro y sincero, se acompaña de los mencionados conceptos.

Porque son tan importantes, pues, los amigos, decidimos valorar a muy pocos como tales, o a muchos, según los casos, pero, en todo caso, sabemos diferenciar entre éstos y los conocidos, entre los cuales estarían muchas personas que tendrían el subtítulo de gentes con las que convivimos por razones de trabajo, de estudio, de vecindad, etc.

No es fácil hacer amigos, quizá porque nunca lo ha sido, pero ahora tenemos especialmente el valor añadido de las prisas, de las inseguridades de los modelos de relación que estamos gestando (también acelerados), de las crisis de valores que nos golpean insistentemente, de la falta de vocación que hay en las grandes concentraciones humanas por las incomodidades que éstas aglomeraciones generan…
Esos conceptos de prisas los tenemos que superar tan pronto como podamos, sobre todo para irnos a lo importante, que son las relaciones humanas. Antes o después necesitamos de los demás, de su ayuda, de su comprensión, de su empatía, de su tiempo, de su connivencia, de su serena comunión espiritual o profesional o social, como fuere. No es bueno que estemos solos ni que nos sintamos solos. Hace tiempo que lo sabemos.

Algunos andan de un lugar a otro en pos de conseguir a quien puede ser amigo o casi eso, y hay quienes laboran por el bienestar del otro sin pedir nada a cambio, y es ahí donde más tarde o más temprano se halla al prójimo, aunque no nos corresponda. Alguien lo hará. Las actitudes positivas e ilusionantes provocan más entusiasmo, aunque no siempre la cosecha se obtenga en la misma tierra que hemos cultivado.

Ciertamente hay equívocos: el errar es humano. Lo experimentamos desde bien pequeños. Hay sinsabores que nos brinda la vida en algunas relaciones sin que nos generen ningún beneficio. Es verdad. Pero no es menos verdad que hay personas maravillosas que compensan muy mucho esos ásperos momentos de los que hablo. Con lo más hermoso hemos de quedarnos siempre, porque la amistad bien entendida es belleza, jovialidad, risas, óptimos instantes, acompañamientos en los dolores, cura en las etapas más complejas, y siempre multiplicadora de la sensación de serenidad y de felicidad.

Dice el refrán que quien tiene un amigo tiene un tesoro. Sabemos que es así, porque cuando no los tenemos, cuando nos fallan, cuando los perdemos, sentimos un vacío enorme que es muy complicado de llenar. Nuestro deber, nuestra obligación-voluntaria no es otra que hacer todo lo posible para que no nos falte la amistad. Lo que ella supone se advertirá en nuestra mirada.

Juan TOMÁS FRUTOS.

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