No obstante,
entiendo que debe quedar claro que la pertenencia a un sector no ha de ser una
condición absoluta y ciega de defensa de unos criterios frente a los demás. Las
oportunidades vienen de la libertad, de la independencia, de la autonomía
personal y de la sociedad para tomar determinados caminos, para mudarlos, para
modificar las actitudes que no dan resultados o que puedan estar equivocadas.
Rectificar, dice el aserto, es de sabios.
Ciertamente
estamos en una etapa de defensa de los que andan en los mismos grupos sin tener
presentes sus razones (no siempre), sus carestías, sus conocimientos o sus
posibles aciertos. Se cumple aquello de “con los míos con razón o sin ella”.
Entiendo que se proteja a nivel afectivo a aquellos que se encuentran en
idéntico trecho vital, pero eso, así lo perfilo al menos, no significa que
podamos sostener lo que no es defendible. Tampoco ayudamos a los nuestros con
esta postura, con esa protección supuestamente justificada.
Amigos hemos
de tener para acompañar y para que nos acompañen, pero no les hacemos ningún
favor, ni siquiera a ellos, y mucho menos a nosotros, cuando cimentamos la
relación sobre ladrillos que no tienen ni base ni altura. Pueden que estén en
nuestro barco, pero cuando se distancian con sus acciones hemos de cambiar el
rumbo y no quedarnos a su lado, salvo para que no se sientan solos en el plano
espiritual, o para que mejoren.
Es una
desgracia enorme que muchos grupos se mantengan diciendo y haciendo lo que no
es ni coherente no cohesionador. La credibilidad viene dada por la superación
de esos apegos que no alumbran verdaderamente los itinerarios conjuntos. Hemos
de ejercer la democracia en lo interno y en lo externo, en lo pequeño y en lo
global.
Los clanes
cerrados, ésos que no admiten más gentes, los que no oxigenan sus actos y sus
pensamientos, acaban pudriéndose y corrompiendo al sistema, pues rompen las
reglas más elementales y lógicas de la convivencia, de la pluralidad, de la
honestidad, de la libertad, ya antedichas, y de los buenos quehaceres.
Quizá por eso
se propone en algunos ámbitos el reciclaje periódico de responsables y
elementos estratégicos dentro de todo modelo, de cualquier sistema o situación,
que, por bien que funcione, acaba por vivir rutinas y protocolos que se hacen
menos rentables en todos los niveles precisamente porque es más fácil (menos
problemático) la continuidad que el cambio, al que le tenemos o bien miedo o,
cuando menos, una determinada resistencia.
Estereotipos
Los estigmas
que nos colocan, o que ubicamos en otros, con los que llenamos de estereotipos
sociales, económicos, políticos, etc., a los miembros y entidades de una
comunidad cualquiera, entorpecen el entendimiento para las transformaciones que
se puedan o deban producir, que quedan apagadas o ralentizas, o hasta paradas,
por la intervención de aquellos que se conexionan con las piezas más altas.
Los clanes
generan lazos y estimulan la permanencia y la pervivencia, lo cual es óptimo, pero
también, cuando no hay un claro liderazgo, o cuando se producen excesivas
ataduras a los estadios técnicos intermedios o hacia actos o hechos dirigidos a
la continuidad del orden necesitado de mejorías, pueden estropear ese destino
de felicidad al que tenemos derecho.
Vivimos momentos
complejos, de falta de valores, de ausencia de personalidades de peso en cuanto
a su inteligencia y cariño. Es una etapa de crisis que nos fragmenta aún antes
de intentar lo que ha de tener futuro. Vivir en comandita está bien, pero para
que sea ideal hemos de añadir el plus de no ser sectarios ni fanáticos de los
nuestros, a quienes no ayudamos cuando les damos la razón sin poseerla. No
olvidemos que las trincheras producen incomunicación, y con ésta no se generan verdaderas
soluciones a los problemas actuales.
Juan TOMÁS FRUTOS.
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