Deduzco de tu amor
que somos uno;
y también lo intuyo del mío,
a pesar de las dudas,
de los miedos,
de las creencias en un más allá
que no vemos,
pero que aguarda
en un parnaso especial
de simpatías y bellezas
que hemos de coronar
con benditos actos.
Infiero que todo está por ocurrir
en una existencia calmada,
con premisas que cumplen
una voluntad medio divina
que hacemos entre los dos
como si fuera una sola:
podemos hablar de felicidad.
Hoy lo sé:
las causas y consecuencias
me arropan con tranquilidad,
y quizá por eso lo veo,
lo contemplo, lo corroboro.
Gracias por ayudarme
a ser dichoso.
Ahora hasta parece sencillo.
Juan T.
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