El
ámbito más sensible de cualquier sociedad lo constituyen siempre los más
jóvenes. Ellos son los que heredan el futuro, y, en este sentido, hay que
esforzarse con ahínco para que su formación sea la más conveniente e idónea. La
revolución que suponen los avances de las últimas décadas nos llevan a la
necesidad, si cabe, de una mayor protección. Recordemos que el universo es más
cercano cada día. Lo es por la educación, por los progresos societarios en
todos los niveles, especialmente en el tecnológico. Eso hace, entre otros
menesteres, que nos tengamos que esforzar más para evitar deterioros y daños en
los aspectos formativos.
Hablamos
habitualmente de la enorme incidencia de las nuevas tecnologías en todos los
sectores de la población, de cómo se introducen en nuestras vidas con apenas
resistencia, de la información y de los datos que pululan y se movilizan a
través de Internet. Su presencia total, su posibilidad de llegar a cualquier
parte, se traduce en que no hay resquicio donde no puedan tener un impacto más
o menos visible y fortalecido.
Precisamente
por esa penetración global, y porque contribuyen a la universalización de
formatos y de contenidos, hemos de pensar en las cautelas, garantías o alertas
con las que debemos trabajar cuando tenemos niños cerca. Los ordenadores son
instrumentos que procuran conocimientos, en sentido genérico, muy idóneos. No
obstante, y con la multiplicidad de informaciones que se mueven por doquier, es
aconsejable que tomemos las suficientes medidas que impidan que determinadas
informaciones lleguen a los consumidores más jóvenes, fundamentalmente a los
adolescentes y a los niños, sin digerir, sin filtrar o sin el necesario
contexto o explicación.
La
información precisa valores y datos previos para que se pueda entender en su
plenitud. La infancia ha de ser (lo es, de hecho, en todos los aspectos) el
sector más protegido de la población. Una buena educación contribuye a un
oportuno y extraordinario crecimiento que redundará, con seguridad, en esos
ciudadanos y ciudadanas que harán del territorio donde viven una ubicación
óptima desde todos los puntos de vista de la convivencia humana. Ésa es la
aspiración al menos.
Por lo
tanto, proteger de abusos, de contenidos “contaminados”, de violencia, de
pornografía y de otros deterioros y delitos es una necesidad para todos. Aquí
la formación desde los primeros estadios de la vida humana es un imperativo que
se traducirá, si conseguimos ciudadanos auténticamente libres a la hora de elegir,
en una sociedad más dichosa y variada. Cuando hablamos de una buena educación,
hablamos, paralelamente, de una óptima comunicación.
Juan TOMÁS FRUTOS.
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