Mirar
el día
es
ver reflejos,
pero
cuando en ellos
observamos
a seres queridos,
a
gentes que nos ayudan,
a
personas de bien,
nos
indicamos,
porque
es verdad,
que
hemos sabido elegir,
que
hemos tenido suerte,
y
que el viaje
es
y será más tranquilo
y
con más provecho.
Nos
queda, claro,
el
deber de optimizar
los
recursos, de compartir
el
beneficio, de mantener
el
ritmo y el deseo
entre
diversiones y compases
que
adivinen y cosechen
lo
más hermoso y espléndido,
esto
es, la vida misma.
Perdernos
en tontos o en tonterías
es
un atraso.
No
olvidemos que apenas conviene
que
lleguemos tarde.
¿Ponemos
los relojes en hora?
Juan T.
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