Eres ese gesto que justifica el día de buena mañana, eres la misma mañana, el cronómetro, sus horas, sus impresiones, sus puntos de vista, sus caricias, su cariño, su mejor cara, lo que me envuelve y tapa para otorgarme frío y/o calor, según proceda, con encanto, con emoción, con pasión incluso, con sabiduría, con aspecto salvaje, con intenciones, sin ellas, desde el compromiso por y para ser feliz.
A ti me agarro, a tu ademán, y en él me fundo con y sin sorpresa en un amanecer que extenderemos hasta la siguiente aurora. Sonríes por mis palabras: sabes que jamás como ahora mismo te he dicho más alta verdad.
Juan Tomás Frutos.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario