Las vivencias se transmiten con fuerza, con convicción, desde la experiencia que sana cuando miramos en positivo al futuro, que nos corresponde entre derechos, y también, no lo olvidemos, con obligaciones. Para ello hemos de mostrar fines plenos de voluntad.
Los compromisos diarios se han de asumir desde el riesgo que implica el movimiento, el hacer, el tomar decisiones. No siempre acertamos, pero somos conscientes de que la oportunidad yace ahí entre maravillas por las que apostamos ciertamente. Debemos.
Las improntas que vamos dejando nos han de añadir intereses y espacios con los que comunicar con el hecho presente, que ha de ser plataforma para expandirnos hacia la amistad más preponderante. No nos debemos agotar con melancolías sin un sentido cierto.
Las premisas de cada jornada han de cimentarse en la felicidad, que no se ha de esconder en un arca: hemos, más bien, de exprimirla y de multiplicarla desde el afán de compartir como esencia y base de una prosperidad infinita. Hemos de dar gratis aquello que nos alcanza incluso por azar. Seamos conscientes de lo que somos y de cómo somos, y saquemos provecho a la realidad circundante.
Hemos de obtener el gusto más especial por cuanto nos acontece, que no la recompensa, y, asimismo, por la tarea bien confeccionada. El arte aparece en todas partes, con demandas creadas desde la emotividad más sincera. Vayamos hacia ese lugar donde aprendemos a conseguirlo todo, especialmente lo intangible, lo inefable, lo que no se advierte con una simple mirada.
Cada promesa ha de ser cumplida en la parte que sea menester. No dejemos nada al albur de promesas no escritas. No vivamos de halagos ni de densas frustraciones. Como sabemos, no conducen los extremos a nada. Utilicemos el prisma de la ilusionante respuesta ante cada reto, que nos ha de otorgar fortaleza y querencias por lo óptimo y por salir adelante. No nos comportemos en soledad, que eso no nos distinguirá en positivo y con destellos de dicha.
Sepamos que cada día es una maravilla que regala aspectos científicos y otros no mesurables. Todos, no obstante, añaden. Tengamos presente, en paralelo, que la salsa, la dosis y el sabor que recordaremos de verdad los pondremos nosotros, y, por ende, depende de nosotros el trazar genuinas huellas de jovialidad. Empecemos por verlas.
Juan TOMÁS FRUTOS.
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