Te tomo la palabra,
y te beso,
y viajo
hacia ese fin
que nos inicia
en un tramo nuevo,
casi recordado,
especial en todo caso,
que nos devuelve
a la ingenuidad
de los años mozos,
cuando todo era verdad,
o lo parecía.
Te tomo la palabra
y me contento
una y otra vez,
de modo especial,
salvando cuanto tiene valor,
en un destino que sobrepasamos
por amistad y con admiración.
Te tomo,
y recojo tus frutos.
Volveremos a sembrar.
Juan Tomás.
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