La vida se cimenta en una cuestión de perspectiva. Lo que a
unos les parece mucho, para otros, por las razones que fueren, o por la propia
ambición, puede resultar poco, o al contrario, claro. La belleza, las
ganancias, las actitudes, las virtudes, los fracasos, las subidas, las bajadas,
los intereses, los objetivos, los adelantos, las miradas, los elementos circundantes,
lo que vale, lo que no y un sinfín de apreciaciones suponen, exactamente,
ópticas que nos colocan en unas posturas u otras, con lo que ello implica desde
el punto de vista de los posibles resultados.
La historia cotidiana, según se subraya, se basa en
aspectos sencillos. De hecho, las reglas de convivencia se fundamentan en unos
perfiles fáciles de enumerar, pues no son demasiados. Hablamos de amor, de respeto,
de conocimiento, de parajes intermedios, de colaboración, de bien pensar, de
intenciones loables, de creencias en uno mismo como en los demás, de trabajo,
de voluntad, de entrega, de no correr en exceso, de no quedarnos parados, de
madrugar, de fijarnos en los ojos, de continuar pese a todo, de ser personas,
en definitiva. Una ingente cantidad de estos vocablos albergan idénticos ejes,
esto es, se concentran en territorios comunes. El asunto es si somos capaces de
verlos, o, expresado de otra guisa, si queremos dar con las ideas que nos unen.
Es una pregunta que no siempre resolvemos.
Suelo
repetir que la existencia, dentro de sus limitaciones y consideraciones
agridulces, está bien trazada. Vamos aprendiendo poco a poco en el marco de un
ciclo que, cuando sabes de qué va la partida, se agotan las monedas. Es lógico
que sea así.
El
esfuerzo diario ha de ser, por lo tanto, que cambiemos el chip y que veamos
todo, en paralelo, con ojos de cariño, de bondad, hacia lo que realizamos y con
el afán de ayudar y de contribuir igualmente al desarrollo personal. Podemos
hacer bastante, si nos lo proponemos. Eso sí: precisamos no agobiarnos. No hay
prisa para llegar, pues lo importante, como dijo el poeta, es el camino, aunque
luego se diluya. Los instantes son de este modo. No le demos más vueltas.
La
actitud ha de ser positiva, con entusiasmo, creando climas ilusionantes que nos
lleven por doquier. No nos atosiguemos inútilmente. Nada bueno sale, salvo
excepciones, de los movimientos vertiginosos y del dolor por un sufrimiento
incontrolado. Las cosas ocurren, y hay que estar preparado para ello. No
tengamos más pretensiones de las debidas, que esto se acaba, aunque pensemos lo
contrario.
Sin complejos
Seamos
independientes para amar, para introducirnos en un mundo sin complejos,
colaborando con las numerosas probabilidades con las que nos atrevemos a sumar
entre acontecimientos más o menos interpretados desde sus suficiencias, que
tanto necesitamos. Vayamos donde pueda ser.
El anhelo
de superación ha de ubicarse con decoro y con la finalidad de crecer creando y
compartiendo. La vida es una aventura estupenda, con todos sus vaivenes
incluso. No debemos permitir que los segundos se anulen con la estupidez o la
torpeza constantes. Tener claro lo que queremos y un poco de propósito de
enmienda contribuyen al progreso social.
En
consecuencia, seamos un poco más alocadamente sensatos y apartemos el trigo de
la paja para valorar lo que merece la pena, que se relaciona con la salud, con
el amor y con los criterios básicos que dignifican a una comunidad de vecinos
si ejerce como tal. Divisemos lo que nos pasa y seguro que hallaremos algunas
contestaciones.
Juan
TOMÁS FRUTOS.
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