Nos cobijamos
el uno en el otro,
como siempre, como nunca,
y nos fundimos en los sonidos
de un paisaje blanco y azul.
El murmullo sabe a gentes,
pero también a pesca, a gaviotas,
a personas que viajan,
que caminan, que comparten,
que se cuentan
que un lugar así debería llamarse paraíso,
pero le pusimos Murcia;
y, como ejemplos, cada punto
de un litoral único,
como excepcional es su luz.
Es, este enclave, un paño húmedo y caluroso,
en versiones primaverales,
con purezas de aire y sosiego.
La tranquilidad,
en esta locura contemporánea,
es un regalo para el gusto y para la salud.
Aquí la albergamos.
Es un milagro este rincón nuestro,
como lo es la alegría y la bondad
de sus habitantes, que brindan un tesoro
no guardado sino exprimido
con el paso de los años,
y así ganan, como el buen vino.
Nos cobijamos
por el azar de la historia y del destino
en estos parajes de gloria y flores,
y, como doncellas, nos entregamos
a su tierra, madre y compañera.
Juan Tomás Frutos.
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