sábado, 2 de abril de 2016

La faena poética

La belleza es imagen de equilibrio. Lo es incluso cuando pende de un hilo. La percibimos hasta en la caída, que no quita, como dijo Marco Aurelio, la gloria de haber sido. Hay tensión, pero también magnificencia.

Nos congratulamos por este encuentro que nos aclara que, sin conocernos, somos amigos. Nos entregamos a la pugna extraordinaria, donde hay un código, que mantenemos.

Es la tarde plena, la elucubrada, ahora sentida como calurosa y fría. Es la compañía, que sabe a la soledad de los dos márgenes que nos unen por un sendero de gloria, luces y flores.

La interacción nos lleva a la empatía, y ésta a la cesión y el entendimiento desde la confianza en lo que desarrollamos, que nos permite comprender las esencias de lo humano, de la Naturaleza, de cuanto llevamos en un interior que resplandece con esas miradas que glosan todo.

El lenguaje kinésico subraya lo esencial, y ese todo nos lleva a las brumas de una lid que rememora siglos compartidos. Es el maestro, es el toro, es la vida, con su público, con sus presiones, con sus pláticas y con sus anhelos. No faltan los ángeles y los demonios. Un ganador, y otro... Y una transformación que nos identifica.

La hermosura de la tarde alberga tintes de pasión en rojo. En ella dos seres se encuentran, y en la victoria y en la pérdida, en ese lenguaje que sabe a ausencias y valores sempiternos, cuaja la faena arrolladora de la poética.

Juan TOMÁS FRUTOS. 

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