Paseamos por esas salinas
que nos hacen recordar
cuanto fuimos de niños.
Nos hallamos
en los bordes de la emoción
de una arena que saluda
todos los días el mar,
que nos envolvió
con los primeros besos del amor.
Paseamos
por calles y parajes que mostraron
las vías de la ilusión
cuando todavía no sabíamos enunciarla,
pero sí experimentarla
en manos del cariño y la alegría
de doncellas cargadas de simpatía
y serena asertividad.
Soñamos con quienes estuvieron
y aún se hallan en nuestros pensamientos.
¡Han sido, son, fuentes de inspiración!
No ha cambiado el paisaje más hermoso,
ni tampoco lo que nos deleita interiormente,
lo cual es garantía de pervivencia positiva
de lo fundamental de nosotros mismos.
Saltamos por esta costa irrepetible,
y nos hallamos genuinamente.
Nos saludamos y sonreímos
porque, en el fondo, parece que fue ayer,
y es... hoy, aquí, en este Mar
que mece corazones
y ensalza los más óptimos deseos.
Transitamos y mejoramos por él, en él.
¡Menudo paseo!
Juan Tomás
Frutos.
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