Tolerancias
Estamos en una sociedad donde, como tantas veces se
dice, y como creo que experimentamos todos, sobran los enfrentamientos. Hay
demasiadas controversias, sí, por llegar pronto, por llegar tarde, por no
llegar, por lo que opinan otros, por lo que se pretende de cada cual en función
de los menesteres que a cada uno nos toquen.
Las perspectivas están definiendo, lógicamente, los
comportamientos, y eso no es malo. Lo que sí puede serlo es la exclusión del
otro, de sus opiniones, de sus actitudes, de lo que es o pretende ser. Hoy, más
que nunca, hemos de defender la tolerancia.
El mundo, desde que es tal, está lleno de
diversidades, y éstas hacen que nos sintamos más ricos, al menos de espíritu,
en la convivencia, en el aprendizaje y en el caminar diario. Parece más que
obvio: es una necesidad. Todos precisamos de todos en los grandes asuntos.
Hemos de fomentar, por lo tanto, que nos
comprendamos desde la más tierna infancia en los avatares que nos toquen
colectivamente. Hemos de aprender, y aprender, y aprender, a entender al otro.
Hemos de compartir y de convivir en paz y en justicia, esas dos premisas que
hacen que una sociedad progrese, teniendo en cuenta que, en derechos, somos
iguales, aunque cada cual tenga su especificidad, que, como insistimos, nos
enriquece globalmente.
Es cierto que solucionar problemas lleva tiempo,
pero el tiempo que ahora dedicamos a afrontarlos es el que nos ahorramos más
tarde cuando esos problemas pueden llegar a desbordarnos. Por eso es tan sabia
la premisa de que en el término medio está la virtud. Todos debemos ceder un
poco, todos debemos comprender un poco a los otros, todos debemos tomar en
consideración parte de los argumentos de los demás con el fin de crecer,
también todos, en el conjunto, evitando que los menos favorecidos pierdan lo
esencial.
Ahí reside el valor de la tolerancia, aunque ésta
suponga caminos complejos y lentos, pero, al final, son, indudablemente, los
más consolidados, pues son fruto del consenso, del pacto, del acuerdo entre
todos, entre fuertes y débiles, entre los que tienen y los que no, entre los
que pueden y los que podrán, entre los que miran y los que ven…
Estamos en una etapa sumamente difícil, donde se
pide, pedimos, tolerancia, y seguramente también paciencia, tiempo, para que
las situaciones vayan volviendo a su cauce. Volverán. Deben volver. En todo
caso, debemos preocuparnos y ocuparnos para que los problemas de la actualidad
no dejen estructuras de dolor y de pena permanente para los más débiles, para los
que no tengan la suerte suficiente para atravesar esta tormenta imperfecta que
nos ha tocado experimentar.
El diálogo, la comunicación humana, es la base para
enfrentarnos a lo que sucede y para superar los envites que la fatal crisis nos
hace vivir. En esa comunicación no debe faltar la tolerancia. No olvidemos, en
todo caso, que en este plano del entendimiento hemos de ubicarnos todos, y no
una parte. El futuro pende de ello. Sí, nuestro futuro, el de todos. La
tolerancia tiene la característica loable de llegar a todos, si el conjunto la
ejerce.
Juan
TOMÁS FRUTOS.
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