domingo, 25 de noviembre de 2012

Necesidad de sueños


Desde que somos niños tenemos una cierta necesidad de pensar en el futuro, tomando como atalaya el presente, pero siempre en pos de un porvenir que esperamos que sea risueño, cálido y lleno de éxitos. Pensamos, cuando somos infantes, en triunfos de todo tipo, incluyendo los económicos, aunque éstos ahora se noten menos.

La infancia se rodea de sueños, que son básicos para salir adelante por el aporte que suponen desde el punto de vista de la ilusión que nos generan. Pensar que somos hábiles y capaces ayuda a conseguir ciertos logros.

Tener fe en lo que realizamos es la base para salir adelante. Los sueños nos dan oportunidades, nos regalan salud, nos aportan soluciones, nos brindan entretenimientos, nos permiten abundar en lides positivas, nos aportan cuestiones bondadosas, amistad, brillo, serenidad…

“Los sueños”, nos decía Calderón de la Barca, “sueños son”, pero, a menudo, son mucho más. Nos trasladan a lugares que podremos visitar, nos señalan ideas que podemos seguir, nos indican coyunturas que podemos utilizar de base para salir indemnes, nos generan unas dinámicas y unas energías muy potentes para desarrollar planes de actuación, nos proporcionan futuro, pues nos hacen superar polarizaciones, controversias y actitudes frustrantes.

Además, los sueños se producen mientras dormimos, obviamente, y, mientras lo hacemos, nos relajamos, nos preparamos para el día siguiente, y generamos “serotonina”, que es un sustento químico estupendo para actuar con buen humor y con menos padecimiento. Mantener los sueños es óptimo porque nos invita a contemplar lo que ha de venir pensando en paralelo que todo será estupendo. Asimismo, nos trasladan a universos queridos que precisamos de manera auténtica.

El consejo, por lo tanto, es tener tiempo para los sueños, para soñar, y para dormir con esas elucubraciones reparadoras que nos hacen tanta falta para vivir. Parece lógico que nos hemos de dar horas, días, pues, para el descanso, para existir de verdad, para entroncar con la Naturaleza, para avanzar espiritual y anímicamente.

Tener sueños nos da opciones para nivelar el estrés, para rebajarlo, para poder contabilizar unas fechas suficientes tras las cuales mirar con perspectiva lo que está sucediendo. Poner trechos en mitad de las crisis personales y colectivas puede ser positivo para que los progresos se produzcan con los consiguientes análisis. Aprendamos.

Todo es posible

Cambiemos, cada vez que podamos, los ciclos existenciales, y demos tregua a nuestras vidas con sueños, unos sueños que nos deben decir por dónde debemos marchar sabiendo antes, eso sí, por dónde queremos ir. Es bueno, para conocer la salida a nuestros problemas, que sepamos, como Alicia en su País de las Maravillas, hacia dónde pensamos dirigirnos.

Los sueños nos hacen realidad aquello que es posible. Hay un mensaje publicitario que lo repite, pero lo interesante es que lo creamos. Embellezcamos, por ende, lo que somos con pensamientos y sentimientos de calibre soñador. Nos hemos de embriagar con ellos. Figuremos, en consecuencia, como protagonistas principales o secundarios, lo que pueda ser, y continuemos por las sendas de la felicidad en todas sus formas. Soñar es vivir, y vivir con sueños es síntoma de felicidad. Para ello no hacen falta instrucciones. Tan solo tenemos que ser nosotros mismos. Y también debemos tener mucha fe.

Juan TOMÁS FRUTOS.

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