Hablemos del día
en el que nos conocimos,
de lo que sentimos,
de la alegría que compartimos,
de tantas palabras
que nos dieron una oportunidad
para la felicidad,
que sí vivimos.
Imaginemos el plan
que nos sirve de preferente pasión
con una señal de pensamientos
que han de fluir
hacia el infinito
con volúmenes de creencias
en el bien,
que, estando los dos,
experimentamos con entusiasmo.
La jornada nos aporta
ese parlamento que relaja
y nos justifica.
Es nuestro día.
Juan T.
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