Vives en el Olimpo
de las diosas,
entre fantasías
que son reales
para quienes creemos
en el amor.
Haces todo lo posible:
lo consigues
con naturalidad.
Continuas
con reflejos
que aminoran
las distancias que antes fueron
las opciones decisivas.
Ya son la estructura misma.
Has sido, eres,
ese portento que dignifica
cuanto tuvo sentido
en un universo de creencias
en lo auténtico,
en la propia verdad,
que nos lleva
con mitades que completamos.
Has subido
a la cámara de la misión perfecta
por cuanto ocurrió de bueno.
El amor se ha incrementado.
Nos hemos adecuado
a los niveles de antaño,
y parece como si hubiera pasado
el tiempo del deseo,
pero no, ahí se mantiene.
Eres una diosa:
me haces sentir tan mortal
como dichoso,
y con un destino sumamente prometedor.
¿Estamos de acuerdo?
Juan T.
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