Convirtamos
la vida en esencia
con la que endulzar
cada día, cada segundo.
Sepamos la gloria
que nos estremece
con cargas que nos llevan
donde la consideración
es estímulo,
o recuerdo, o verdad,
o todo lo contrario.
Estrechemos los lazos
de la amistad
con la que creceremos
ante un uniforme
de gloria y de bendición,
que nos atrae,
que nos prefiere,
que nos deja donde toca.
Demos con las intenciones
que nos ubican
donde la querencia tiene
parte de su sentido,
y puede que algo más.
Hablemos de sentimientos de estima,
y pidamos todo lo necesario
para que se multipliquen.
El milagro se repite.
Juan T.
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