Nos hemos amado tanto
que apenas reconocemos
donde está nuestra individualidad.
Nos sentimos tan cerca
que hemos borrado las fronteras.
Nos juntamos y esperamos
el gran milagro,
y el gran milagro se produce
una y otra vez.
Nos amamos tanto
que ya no queremos reconocer
nuestra individualidad.
Si es un juego va en serio,
y, si va en serio, hay en el proceso
la suficiente formalidad para la dicha.
Hemos convertido lo probable
en pura satisfacción real.
Y por esa vereda continuaremos.
Juan Tomás Frutos.
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