sábado, 12 de septiembre de 2009

No al silencio, sí a comunicar

Lo que nos diferencia de la mayoría de seres de la Naturaleza es nuestra habilidad para trasladar e interpretar mensajes complejos. Esa capacidad, como es lógico, hay que aprovecharla. Comunicar siempre da sus frutos. No hacerlo nos distancia, genera abismos. Dice un axioma en comunicación que “el silencio jamás es rentable”. No lo es. No puede serlo, pues basamos en la comunicación el crecimiento histórico del ser humano y de las sociedades en los más diversos y dispares niveles. El relacionarnos desde y con la comunicación nos da ventajas, privilegios, así como un estatus por encima del resto del reino natural, sobre todo si somos capaces de utilizar bien, de optimizar, el valor añadido del proceso de interacción. Crecemos y nos multiplicamos en el sentido más extenso de estas palabras cuando compartimos experiencias y frases con contenidos más o menos variopintos. Las ideas expuestas, retornadas, exploradas y explotadas nos conceden el regalo de una docencia perenne y edificante.

Hace falta que, de vez en cuando, nos repitamos los ingredientes del proceso que nos permite conocer más y mejor lo que nos rodea, e incluso aquello que se halla allende nuestras fronteras biológicas, materiales o físicas. Comunicar es un periplo con fascinantes paisajes que nos invitan a tomar una taza de café en cualquier rincón del mundo y con cualquier sabio de los que son o han sido. Es genial.

Por cierto que nos gusta repetir que la comunicación no únicamente es todo, lo es para todos. El pluralismo ha de ser auténtica pluralidad: debe haber opciones para el conjunto, para toda la sociedad. El ejercicio comunicativo nos debe conducir por derroteros que nos permitan salir adelante con una voluntad decidida de cambio, con mejoras que podamos plasmar en el día a día.

Debemos partir en cada jornada hacia los fines que nos tengamos encomendados, o que puedan surgir, con el alma abierta a relatar y a que nos cuenten lo que tiene interés o podría tenerlo en nuestras vidas y en las de los demás. No estemos dormidos ante lo que está por suceder. Nos debemos tomar esa macedonia de frutas que está constituida por los presentes compartidos en forma de experiencias y de reflexiones verbalizadas. Es un quehacer magnífico que nos dará más corazón y coraje, que son dos facetas que parten del mismo origen.

Hablemos, pues, y no dejemos para mañana lo que podemos hacer hoy. La vida es muy corta como para no aprovecharla. Démonos un respiro, guardemos un poco de silencio, pensemos lo que queremos decir, y adelante. Es cuestión de costumbre, y de respeto, claro. Comunicar es rentable. Hagamos cálculos materiales e inmateriales, y obtendremos unas conclusiones que nos dejarán perplejos. Pensemos en ello con cierta periodicidad. Sin establecer parangones, detestables en la mayoría de los casos, daremos con un gozo difícil de hallar en estos tiempos convulsos.

Juan TOMÁS FRUTOS.

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