El ser humano se pasa la vida, nos pasamos la vida,
buscando el río de nuestras existencias, ese punto que es origen y finitud casi
al mismo tiempo. Por eso no deberíamos tener prisa por hallarlo, puesto que,
una vez localizado, se apaga la vela. Al menos, eso creo. El Santón de Kim lo
encontró al final de sus días, y se dio cuenta de dos cosas: que el río del que
hablaba, del que hablamos, está siempre más cerca de lo que creemos; y que,
cuando caemos en la cuenta de ello, es momento para despedirnos. Eso es lo que
destacaba un grupo de mi juventud que se llamaba, y se llama, Revólver. Recuerdo
que decía que, cuando sabes manejar la partida, cuando sabes de qué va, se te
acaban las monedas. Así es. Los que hemos crecido con máquinas recreativas
sabemos muy bien a lo que se refiere.
En todo caso, la eterna búsqueda de preámbulos y de
justificaciones puede ser una manera compleja o sencilla, según se mire, de
perseguir la felicidad que, si se hace esquiva, pierde, en todo ese complicado
proceso, su razón de ser.
Lo bueno que tiene la dicha es que “nunca disminuye
si se es compartida”. Eso es lo que nos recordaba Buda, que dio en incidir en bases que no siempre
tenemos en cuenta. Por eso nos liamos a la hora de tomar decisiones, de
afrontar la vida misma. Todos tenemos derecho a una cierta cuota de felicidad,
pero a menudo nos empeñamos en demostrar todo lo contrario. No sé muy bien por
qué, o puede que lo sepa y prefiera callarlo. Hacemos complicado lo más simple,
y así nos va a veces.
La incertidumbre, según nos repetimos, nos rompe la
moral, la devora. Es el peor de los males, o uno de los peores, pues genera
miedo, muchas veces imponderable e indefinible, por la inoportunidad de medidas
para mitigarlo, o por esa imposibilidad que podemos experimentar a la hora de
afrontarlo, pues desconocemos cómo superarlo o sobrellevarlo. Convivir con lo
poco o lo mucho que sabemos puede ser un buen recurso para no andar azogados
constantemente. No es un consejo que tengamos muy presente, que digamos.
Todos buscamos afectos, me dice mi amigo Pascual. Dedicamos la vida a intentar
que nos quieran. Lo que pasa es que, a menudo, muchas veces, nos esforzamos en
todo lo contrario. Tenemos una rara virtud, los seres humanos, para desviarnos
de la atención más hermosa. A mayor abundamiento, debemos subrayar, porque es
verdad, que caemos demasiado en la misma piedra.
El
ejemplo de los niños
El otro día estuvimos repartiendo regalos a niños
con toda una tipología de problemas. Sus caras, sus gestos, sus palabras, nos
han regalado pilas para todo el año. Creo que tuve suerte de verlos. Quiero
decir verlos de verdad: viví la fortuna de que no pasaran de manera
desapercibida a nuestro lado como algo más de nuestras fatigosas rutinas. Lo
que necesitamos es apoyarnos en visualizaciones positivas.
Nos reseñaba Phil
Bosmans que “el arte de la vida consiste en ser feliz con poco”. Estimo que
debe ser de esta guisa. Estos avances increíbles en los que nos hemos
introducido en el llamado Primer Mundo necesitan algunas correcciones en pos de
un equilibrio, aún sabiendo, por supuesto, que hay muchas personas que no
tienen lo imprescindible para vivir con dignidad. Hemos de procurar ser justos,
primeramente con nosotros mismos.
Siempre
me he confesado muy aristotélico. Supongo que porque
este griego universal supo expresarse con tanta contundencia como claridad.
Subrayaba que “la felicidad consiste en hacer el bien”. No hay más. Sí, así es.
No obstante, todos pensamos en personas que, al menos en teoría, parecen dormir
bien con lo que hacen, aunque no debería ser así por sus actitudes y
resultados. Son, éstos, malos ejemplos, y, cuando los toma la sociedad, ésta se
resiente.
En lo que debemos coincidir es en que tenemos que
luchar con fuerza para no perder ni un centímetro de dicha, de gusto, de buen
estado, de mejor ánimo. Paulo Coelho
expresa que “la felicidad es una bendición, pero generalmente es también una
conquista”. Requiere un quehacer
diario, un afán perenne, sin que bajemos la guardia. La voluntad lo es todo. Hemos
de traducir en hechos los valores, la esperanza, la bondad, la solidaridad,
cuanto somos y queremos ser…
Sin embargo, es justo que reconozcamos que hacer
definiciones es sencillo. Puede serlo. Lo que no es tan fácil es ponerlas en
práctica, creer en ellas. Todos los días nos hallamos ante encrucijadas, entre
vacilaciones, con claros y oscuros, con ocasiones que podrían ser… Cada jornada
tiene un algo de enfrentamiento a un cruce de oportunidades. En algunas, la
sima es mayor de la cuenta, y ello nos genera vaivenes en el corazón. Conviene,
entonces, como ahora, que recordemos que todo se supera y que tenemos derecho a
una porción de felicidad. Todos/as. Vayamos por ella.
Juan
TOMÁS FRUTOS.
3 comentarios:
Qué buen artículo. Me ha gustado mucho.
Es cierto, "todos los días nos hallamos ante encrucijadas", algunas, incluso nos duran años o más...hay que hacer un esfuerzo demasiado importante para superarlas tanto hacia nosotros mismos, concediéndonos esa "porción de felicidad", como hacia los demás, puesto que nuestras decisiones afectan a otros y, a veces, no coinciden los intereses. Entonces ¿Dónde está el límite?
¿Se debe renunciar a esa dosis de felicidad si ésto produce dolor a otras personas? Se debe actuar desinteresadamente, pero ¿hasta dónde?
Feliz noche.
Cierto, un muy buen articulo que plantea preguntas y un algo parecido a la infinita duda.
La felicidad a la que todos tenemos derecho, ese cachito de pastel...pero yo me pregunto ¿existe o son momentos, minutos en un reloj que nos matamos por recuperar?
Es tan ambigua la felicidad, tan impalpable, tan volatil, que mas parece un sueño que una posiblidad.
Yo suelo decir: se que un dia tuve paz, porque me acuerdo de ella. Creo que es aplicable por completo a este articulo. Tendemos a idealizar
Ese cachito de pastel de la infancia, de la juventud, de algun momento que permanece en el recuerdo y que pugnamos por regresar, no al tiempo, sino al momento... a esa sonrisa, al llanto emocionado, al beso sincero, a lo que sea que nos aporte la plenitud y la paz a la que demominamos: felicidad y posiblemente, cuando lo recuperamos, llegamos a la conquista.
Y desde luego no pasar por encima de nadie para llegar a ese segundo que solo permanece en nuestro recuerdo.
Soñar es facil, suele ser una ingesta agradable con una disgestion muy pesada, como la propia vida en si.
Y una cosa tengo clara, la vida solo pasa factura a quien tiene conciencia, que por desgracia suelen ser esas personas que no hacen mal a nadie, ni siquiera se plantean su propia felicidad, su momento, sino la feliciad de los demas...el segundo en el reloj de sus semejantes.
Feliz noche de lunes.
Hola, Rocío. Cuánto me alegra verte!
Yo entiendo la felicidad como armonía y paz, como la capacidad de vivir con cierto grado de tranquilidad y confianza. Tener la conciencia de estar obrando correctamente, pero tener también tu espacio para tomar decisiones propias. Aunque, es cierto, en esta sociedad hay muchas personas que buscan su felicidad a pesar de los demás, pero es un felicidad superficial y falsa, es puro hedonismo. No es ese el concepto de dicha que yo tengo, la felicidad también tiene buena dosis de dolor (el dolor no es ajeno a la felicidad).
Se podría hablar mucho de todo esto.
Un beso enorme para los dos. Os aprecio muchísimo.
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