Si yo les hablo del libro “el a, e, i, o, u del vino” seguro que, en seguida, sin pensar en un autor especial, en unas fotografías o aspectos de diseño determinados, caen en la cuenta de que se trata de una especie de compendio de lo esencial, de lo que conviene saber en torno a la cultura del vino. Es una expresión muy manida, la utilizada, y, en paralelo, muy comprensible. No podía ser de otro modo, habida cuenta del público objetivo de esta obra.
También puede parecer, a priori, que su contenido es fácil de percibir, como les digo, puesto que deducimos la circunstancia de que está escrita, la obra en cuestión, sin que precisemos un conocimiento básico o particular. Se supone que, tras las vocales, está lo más básico, aquello que se entiende de verdad sin darle más vueltas, sin acudir a interpretaciones más o menos variopintas o excelsamente extraordinarias. Se piensa, decimos, en torno a esta denominación, que nos centramos en un lenguaje común y en un argot especializado y asequible. No nos equivocamos en esas apreciaciones, habida cuenta de la existencia de un trato exquisito del idioma, con ejemplos certeros, y con un glosario que nos permite atender cualquier análisis o acercamiento a este universo tan particular.
La obra existe. No es un invento de quien les escribe. Además, va por su segunda edición, ya vendida íntegramente. Se trabaja en la tercera. Así, pues, no es una elucubración mía, aunque lo parezca, por ser tan entrañablemente perfecta, y les añado que es maravillosa. Cuando la hojeamos y la oteamos, cuando la leemos parsimoniosamente, vemos en ella mucha ternura, mucha vitalidad, una ingente alegría, una voluntad de pasatiempo extendido hasta lo más hondo del corazón.
Es verdad que el vino es una moda, y, por lo que se ve, no es pasajera. Los términos de este planeta que nos parlamentan de estructuras en boca, de barricas, de añadas, de vendimias, de tonalidades, de aromas, de variedades, de gustos, de sabores a frutas del bosque, de métodos tradicionales y modernos, etc., se van configurando poco a poco e impregnando, asimismo, las mentes y rutinas de miles de personas que, con variopintas formaciones, acceden a esta disciplina con buen humor y mejores deseos. Éste es su libro, el adecuado.
Porque, precisamente, se quiere dejar rienda suelta a la imaginación, porque se cree en la libertad del ciudadano, el Nariz de Oro 2.001 Pedro Martínez Fernández ha gestado este libro, que nace de su experiencia, y, sobre todo, de sus sentimientos, que son ricos, como su verbo, como su mirada, de la que saltan chispas emocionadas cuando habla de tintos, de dulces, de cavas… Sabe mucho, pero, fundamentalmente, sabe enseñar: tiene unas dotes de maestro como pocos. El libro, con ilustraciones de Ángel Haro, y con un colaborador extraordinario como es Carlos Belmonte, nos lleva por una senda de aprendizaje pausado, sencillo, introductorio, sabio, generoso, en su sitio, puesto sin pruebas ni cortapisas. Es único.
Se han realizado ya dos ediciones, como les digo (ya están pensando en una más, y en una más, como poco). Alianza Editorial está tras este proyecto, que es la punta del iceberg de las múltiples actividades de un Pedro Martínez que es tan excepcional como su capacidad para transmitir bondad y sinceridad. Ambas cosas se ven en el libro, que, ya en su portada, es un lujo. No dejen de comprarlo, de leerlo, de saborearlo como el buen vino, y de guardarlo como una obra de arte, que es lo que es.
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