Llega
ese aroma
de la adolescencia
olvidadiza
en la que creímos
en el amor.
El mundo
nos ha pasado
como una losa
fría, dirigida,
rota, distante,
y apenas reconocemos
a ese enamorado
de los firmamentos
azules y plateados.
No ha habido suerte,
y el ahora es un adiós.
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