Nos destacaba Oscar Wilde, que sabía mucho de lo humano, que “ser
natural es una pose demasiado difícil”. Nos oprimen, como nos subrayamos, las
referencias sociales e históricas: esperamos lo mancomunadamente correcto, nos
implicamos desde la negociación o la autocensura, actuamos en espacios ignotos
que nos hacen relativizar todo y aguardar… En definitiva, tratamos de tantear
antes de dejarnos conocer, para que no haya equívocos o apreciaciones erróneas
en nuestro territorio, aunque a veces las hay (demasiadas quizás). Mi pregunta
es: ¿somos tan peculiares para ponerlo todo tan difícil en las negociaciones,
transacciones y relaciones humanas? Pues parece que sí. Reparemos en los
resultados.
El mundo, me reitera un amigo de
honda espiritualidad, se ha vuelto muy complicado, incluso en lo más nimio,
según me añade. Es verdad. Todo precisa mediaciones, explicaciones,
contextualizaciones varias con el fin de llegar al mejor de los puertos, que
nos ha de alimentar, debería, de bellezas internas y externas hasta alcanzar la
resolución más interesante. Como consecuencia de ello, nos ralentizamos
excesivamente. El tramo hasta la felicidad no está exento de avatares y de
obstáculos, de caídas, de errores interpretativos, de disputas incluso, lo cual
frena mucho el ritmo, el análisis, el consenso, puesto que cada cual, y es
normal, tiene su esencia y su manera de vislumbrar el cosmos.
La naturaleza humana es
aparentemente descriptible. Somos materia, con un alto componente de agua, e
interiormente nos constituimos en mente, corazón y espíritu, con las
traslaciones que fuera menester realizar a propósito de esas partes. Esto, sin
duda, es tan solo una semblanza. Acontece que la misma combinación, o la misma
supuestamente, desemboca en resultados muy diferentes, y eso genera conflictos
y miradas que no se traducen, por desgracia, en pactos sobre lo que habría de
ser la estampa intrínseca de las cosas. Solemos repetir que confundimos lo importante,
que mezclamos lo que nos conviene coyunturalmente.
Cada naturaleza es una, sí, pero
también hemos de tener en cuenta, a efectos de aprendizaje, que está en
relación a los demás, y eso exige cohabitación y respeto. Tener empatía con los
otros, con cuanto hacen, con las reglas en las que nos desarrollamos, es la
base para seguir adelante, para vivir, para mejorar y abundar en los fines
óptimos. Hemos de ponernos siempre en el lugar del convecino.
Buscar las esencias
Como algo habitual, sería conveniente
tomarnos unos minutos, con constancia y seguimiento, con coraje, con honor
igualmente, para dar con el alma propia y la de los acompañantes, en la convicción
de que podemos deleitarnos con los pronósticos, con la tarea realizada y con
las ilusiones propias y ajenas. Cuajemos, por lo tanto, la mejor faena. Tenemos
como indispensable baluarte para ello el lenguaje, el idioma, nuestra capacidad
de hablar. Nos subrayaba Aristóteles que “la naturaleza no hace nada en vano, y, entre los animales, el hombre es
el único que posee la palabra”. Toca pues usarla y comunicarnos, y hacerlo
siempre para bien y fermento social. El silencio nunca es rentable, y menos en
situaciones de crisis como la actual.
Lo primero que deberíamos proteger es la naturaleza
en la que nos hallamos, nuestro medio ambiente, lo que somos en el contexto
real, que debe ser preservado para las generaciones venideras. Enganchar con
nuestra organización es un cimiento crucial para el porvenir por el que hemos
de pugnar. Debemos laborar por una salubridad total, global. Víctor Hugo, que
no siempre veía el lado amable de las historias humanas, resaltaba que “produce una inmensa tristeza pensar que la
naturaleza habla mientras que el género humano no escucha”. De nuevo, aludimos a la naturaleza en el
doble sentido, esto es, su origen y el entorno. Intentemos atender lo que nos
glosa.
El deseo de la sociedad ha de ser, lo es, que vayamos descifrando
cuanto tenemos alrededor para poder actuar de manera conveniente. Debemos
buscar las claves, hallarlas, y protegerlas, siendo éstas en la apuesta
colectiva. Según Galileo Galilei, "el libro de la
naturaleza está escrito en lenguaje matemático." Para él parecía sencillo.
Para el común de los mortales no lo es tanto. Procuremos darle la vuelta a esta
óptica. Es necesario.
Juan
TOMÁS FRUTOS.
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