Acecha el deseo,
que alimentamos como el primer día,
en pos de una gracia
que nos eterniza.
Es el tiempo que nos toca
vivir entre sensaciones dispersas.
Es lo mejor y lo peor en paralelo:
nos recorremos
con almas empáticas
que dibujan las escalas
donde somos poder y afición
entre dosis que nos impulsan
a reciclajes y comienzos.
Todo llega
con la necesaria levedad
que es relevancia en la reserva,
que rescata y está
donde hacemos misión posible
por y para el cariño defendido.
Llega el anhelo,
y somos en él.
Cumplimos el ritual
que nos hace hombre y mujer.
Más que eso:
somos dos seres humanos.
Juan T.
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