martes, 2 de junio de 2009

Un instrumento extraordinario de aprendizaje

Si el sabio Copérnico viviese hoy en día, hablaría de un nuevo giro. Quizá se trate de un cambio mucho más radical que el que él mismo experimentó. Todo avanza mucho más raudamente. El modelo está ahí. De lo que se trata es de usarlo. No cejemos en el intento de vislumbrar las enormes capacidades de este presente-futuro. De vez en cuando hay que mirar el mundo con una cierta garra original. No sé si es el caso que me ocupa, pero de veras que intento expresar una nueva mirada sobre el utillaje de los nuevos medios. Es una visión novedosa, o eso persigue. Lo reconozco, pero seguro que nos sirve para subrayar con abundancia y sin fisuras la fuerza que tienen las Nuevas Tecnologías Informativas. Los avances societarios, en el ámbito de la ciencia, de la mecánica, de la física, de lo material, nos invitan a colocarnos cada vez más en escenarios más cómodos, más fecundos, a la hora de conseguir una formación continúa y un reciclaje perpetuo. Las TIC´s, en éste y en otros campos, son excepcionales.

Acepto que es una perspectiva un poco particular ésta de la que les hablo a continuación y que se basa en que yo veo a los progresos en las telecomunicaciones, en sus contenidos, en los formatos y soportes, en su adecuación, en los programas, en las panorámicas que nos brindan, como un valor extraordinario para corregir desniveles educativos y/o formativos, pues, a mi juicio, nos facilitan la vida en todo momento y lugar. Uno puede aprender, gracias a las TIC´s, cuando quiera, donde quiera, teniendo, claro está, los recursos adecuados, unos recursos que, al menos en el mundo más desarrollado, están a la vuelta de la esquina. De lo que se trata es de conocerlos, de reconocerlos, de ponderarlos, y de sacarles el oportuno partido.

Cada cual se puede preparar una oposición, puede aprender geografía o historia, es capaz de leer la más alta literatura, así como de escuchar música clásica, de viajar por el Imperio Azteca o de acercarse a los enigmas del origen de la vida, por poner unos ejemplos, a ritmo de ordenador, de teclas y de deseos, que siempre han de tener el sostén de un conocimiento previo amoldado a lo que queremos seguir escudriñando.

Precisamente, ése es el quid de la cuestión. El aprendizaje no se improvisa: es una actitud constante, de puro tesón, de gran voluntad. Hemos de afrontar la vida con el afán de mejorar interior y exteriormente. El equilibrio es fundamental. Por eso, el consejo siempre es no perder las ganas de sorprendernos y de crecer en todas las esferas de nuestras existencias, con la perspectiva de ser las mejores personas del mundo (me refiero al esfuerzo de intentarlo).

Una suerte inmensa

Tenemos una inmensa suerte en la etapa actual de la sociedad, que, por otro lado, también se caracteriza por un exceso de prisas y de competencias basadas en anhelos financieros y economicistas, suerte, digo, de contar con tantas opciones de conocimiento y para la obtención de informaciones de variada índole. No obstante, seamos realistas: la sabiduría, el disponer de ella, como diría Shakespeare, no es suficiente para ser sabio. Hay que saberla aplicar. Además, a ella no se llega así como así. Debemos fraguar una nueva visión, mucho más amplia en sus horizontes.

Así que, desde la atalaya y la consideración de este artículo, trato de hacer hincapié en que las Tecnologías de la Información y la Comunicación son un magnífico taller para reparar los conocimientos adquiridos, para incrementar los ya existentes, para fortalecer memorias e intelectualidades, para encontrarnos y hablar incluso de nuestras esperanzas y posibilidades, que son muchas, las que queramos compartir.

La primera cuestión que hemos de tener en cuenta es que hemos de potenciar, o reparar, si fuera el supuesto, la ilusión, el entusiasmo por aprender a ser más que a tener. Si disfrutamos la fortuna de conseguirlo, daremos con un cimiento señero para esa felicidad a la que tenemos derecho cuando venimos a este universo de confines tan remotos como cercanos. Hagamos propósito de mirar a todos los inventos como parte de esa Humanidad que precisa reencontrarse consigo misma. Quizá, y eso depende de nosotros, hallemos en tanta tecnología un amigo, o una amiga, insustituible. Adelante. Oteemos las razones que nos asisten, y veremos que no hay motivos para quedarnos parados. En unas décadas, si tenemos en cuenta lo que ha ocurrido en los últimos años, estaremos ante unas posibilidades infinitas de saber. Lo importante es que lo advirtamos ya. Para aprender es necesario que veamos las carencias y que intuyamos las soluciones posibles existentes, que no es poco, para abundar en una mudanza y en una mejoría. Por ahí podemos ver la luz.

Juan TOMÁS FRUTOS.

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