La paz ha de ser la premisa de la convivencia diaria. Seamos prudentes, sensatos, cuerdos, pensando en los demás, y no sólo en nosotros mismos. Aguantemos los chaparrones para comprender lo que nos distrae, lo que nos interesa, lo que es.
Lo definitivo nos ha de distraer con fuerzas agarradas a las mejorías permanentes. Tengamos una fiesta equilibrada. Las bases han de ser cuidadas todos los días. Hagamos propósitos y enmiendas, y busquemos los árboles en los bosques más cercanos.
Nos hemos de animar con lo justo, con lo que poseamos, con cuanto ocurra. Superemos los envites, los obstáculos, los vientos más o menos favorables.
Hemos de adivinar el destino, sus caminos, las ocasiones, todo en definitiva, para no perder la comba de antaño, la de siempre, la auténtica. Las directrices con las que nos movemos tienen los días señalados con el amor como fundamento para seguir adelante. No perdamos la sensibilidad y las emociones que nos pueden dar las capacidades necesarias.
Todo en el universo que nos rodea es fortuna si lo miramos desde la óptica de las oportunidades bien aprovechadas. Hemos de superar los deseos de otras fórmulas y acudir a las citas que nos plantean recreos sin suspensiones de otro género. Aupemos las opciones.
Aplaudamos los empeños, los esfuerzos cotidianos con una entereza supina, sabedora de lo que es conocido y de lo que no. Ponderemos las citas, que hemos de buscar y de sacar adelante con buenos resultados en los momentos oportunos. La templanza y la moderación han de ser tenidas en cuenta. La comunicación es, o ha de ser, placentera. Es su fin, o debe.
Juan TOMÁS FRUTOS.
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