Rastreemos en el corazón y procuremos que los progresos sean tranquilos, como deseamos, como pensamos que merecemos. Al menos por ello nos esforzamos: debemos.
Consigamos que las responsabilidades se ejerzan desde las ansias de compartir los éxitos. Tengamos los planos bien colocados. Nos hemos de prestar tiempo y opciones para que el crecimiento sea en paz y compartido.
Huyamos de los pronósticos pésimos. Podemos hacer mucho más de lo que nos relatan otros. La esperanza en un bien con el que debemos crecer. Expandamos las previsiones para ahuyentar las calladas respuestas de otras etapas.
El silencio pocas veces es rentable. Hablemos, convengamos, comuniquemos lo que somos y el porqué. Hemos de vivir la paz de esas grandes alturas que nos pronostican tantas cosas de valor.
Pensemos en la cercanía del futuro, que nos puede conmover con superaciones de esas eras que son en las proximidades de una ternura con la que provocar mejores fines. La vida es en función de las actitudes que tenemos. Acompañemos nuestro caminar con mejoras de los papeles de quienes no son buenos amigos. Procuremos que lo sean, pero, fundamentalmente, hagamos todo lo posible para que no nos paren. Cada día todo, absolutamente todo, está por ocurrir.
J.T.
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